APOCALIPSIS ECOLÓGICO
El fuego quema las coronas de la tierra,
los peces se ahogan en sus burbujas de plata,
las aves pierden sus plumas secas al viento.
No hay tregua en las chimeneas del tiempo.
Una ciencia mágica desconocida
impulsa el aire por las bocas abiertas del valle
y asciende –girándula– hacia las cumbres derretidas.
Casi no quedan verdes en sus costados.
Sin hormigas en su seno,
la tierra se hunde en un mar de tizones
y suben flotando sus huesos calcinados.
No hay misericordia para el ser humano. Ya es tarde.
El desierto de betún tiembla en amarillos destellos,
roncos estertores desnudan el bosque sin alma,
el mar ya no se mueve, atascado por cenizas.
No quedan suspiros en el aire.
No quedan ni suspiros ni palabras.
El sol ennegrecido,
el mar evaporado,
la tierra derretida.
La nada se apodera, sin clemencia,
de la música,
del tiempo
y del destino.
Vicente Barberá, 28-08-07
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