Reseña publicada en el número 28, ejemplar de Invierno, de la revista EL ATENEO:
Blas Muñoz, a la izquierda, recibiendo el premio de la mano de José Luis Bedins. |
EL CAUCE SECO
La nada se disuelve en un
espacio
de tarde y soledades. Se estremecen
las sombras de las cañas en el río,
de tarde y soledades. Se estremecen
las sombras de las cañas en el río,
mientras miro el final de este
verano.
Inasible es la luz que nos
sostiene
junto a este cauce seco. Lo que vemos
es sólo condición para el prodigio
del verdor que se exilia tras la espera.
junto a este cauce seco. Lo que vemos
es sólo condición para el prodigio
del verdor que se exilia tras la espera.
Crecerá poco a poco, con las
lluvias,
un caudal transitorio,
laminado
por el reflejo gris de alguna nube.
por el reflejo gris de alguna nube.
Y en lenta floración, musgo
en la boca,
irá creciendo, opaco en
nuestro otoño,
el espejo que observa nuestra muerte.
el espejo que observa nuestra muerte.
(De “La herida de los días”)
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