Estimados amigos:
Hace unos días
publiqué el poema “Hermosa flor huraña”,
en el que sublimaba el cuerpo de la mujer amada en esa admiración romántica que
tanto nos acerca a lo imposible y que tanto daño hace ante el fracaso o ante el
rechazo de la persona amada. El poema de hoy, “Jardín intacto de una diosa”, viene
a continuar la admiración y el deseo por, hacia, sobre, ante, cave…, la mujer
amada al considerarla como una diosa. Esa culminación del amor y de la
excelencia de la persona amada, que absorbe los pensamientos y la vida
del enamorado hasta la extenuación y la propia muerte, es, a la vez, placer y
sufrimiento. Ante tal frecuente peligro, hay que hacerle caso a nuestro genial Picasso:
“Demasiada hermosura/te hará sufrir”.
¡Que Dios le tenga en la gloria!
JARDÍN INTACTO DE UNA DIOSA
¡Y esa mirada cálida
de tus ojos sedientos…!
de tus ojos sedientos…!
Ese cuerpo que se abre
con sus senos erguidos,
que ofrece sus jazmines
de encajes y lujuria,
abrasa como sol
bajo el toldo que cubre la enramada.
con sus senos erguidos,
que ofrece sus jazmines
de encajes y lujuria,
abrasa como sol
bajo el toldo que cubre la enramada.
Sus cabellos se mecen sobre el
mar
de su pecho,
de su pecho,
y su oculto tesoro
aplacaría el más vulgar de los instintos.
aplacaría el más vulgar de los instintos.
Sentada,
los mimbres de su cuerpo
son juncos
en el jardín intacto de una diosa.
son juncos
en el jardín intacto de una diosa.
(De Después del amor, Olélibros, 2018)
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