Decía Kant que las cosas son como son (noúmenos) y no como aparecen en la mente humana. Los sentidos no son capaces de darnos una imagen real de las cosas. Antes, los budistas (Sidarta Gautama) ya decían que las cosas son lo que son. Nuestras apreciaciones son apariencias subjetivas y para expresarnos utilizamos palabras polivalentes que pretenden explicar lo que creemos, sin darnos cuanta de que, a la vez, serán interpretadas por los lectores según sus apreciaciones.
Cuando escribimos un poema esa explicación de “realidades” adquiere un matiz más personal y subjetivo empleando términos menos precisos, por lo que resulta más difícil —tal vez por ello más atractivo— su sentido. Y así corremos el riesgo de entrar en un terreno artificial que al propio poeta le resulte extraño. En su afán de “dorar la píldora” puede hacer que sus poemas sean mera inutilidad cargada, en ocasiones, de “ñoñería”, “cursilería”, incluso de “estupidez”. Puede salvarle la buena intención, pero es cierto que puede desorientar al lector. Yo mismo al releer algunos poemas, pasado el tiempo me doy cuenta de tales defectos. ¿A ver qué os parece el ejemplo que os presento publicado hace seis años?:
LA MORADA MÁS TEMIDA
La terra fitarà suor a tall de gran señal,
arribat ja el moment del meu humil traspàs.
Toni Tordera
Ya soy un hombre viejo.
Mis cabellos empiezan a teñirse
de ese color de estrella,
bajo el techo solemne de lo azul
que encierra muchos mares procelosos.
Ese techo también oscuro y gris
donde, a veces, se pierde en su infinito
el extraño silencio de una vida,
que he vivido feliz en la amargura.
Porque siempre en la vida hay amargura,
porque siempre en la vida la tristeza
y la alegría se suceden como
las gotas de una lluvia
que penetran la tierra,
donde está mi refugio verdadero,
donde está la morada más temida
cuando azota feroz la cruel nostalgia.
Mis cabellos empiezan a teñirse
de ese color de estrella,
bajo el techo solemne de lo azul
que encierra muchos mares procelosos.
Ese techo también oscuro y gris
donde, a veces, se pierde en su infinito
el extraño silencio de una vida,
que he vivido feliz en la amargura.
Porque siempre en la vida hay amargura,
porque siempre en la vida la tristeza
y la alegría se suceden como
las gotas de una lluvia
que penetran la tierra,
donde está mi refugio verdadero,
donde está la morada más temida
cuando azota feroz la cruel nostalgia.
Mis cabellos empiezan a teñirse
del color concentrado de mis sueños.
del color concentrado de mis sueños.
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