El pasado día 31-05-12, como ya anunciamos previamente, tuvo lugar en el Salón de Actos de la Facultad de Psicología de la Universidad de Valencia, el III recital de fin de Curso Académico de la ASOCIACIÓN DE PROFESO- RES JUBILADOS DE LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA (APRJUV), en esta ocasión en colaboración con AMICS DE LA NAU GRAN.
El acto comenzó puntualmente con unas palabras de Miguel Ángel, Presidente de AMICS y de Marc Adell, Secretario de APRJUV, para pasar seguidamente al inicio del recital que se componía de dos partes.
En la primera parte actuó de mantenedor Joan Espuig que presentó lúcida-mente a cada uno de los participan-tes de AMICS: Amparo Guillot, Juana María Reus, Maite Gimeno, Carmen Barranco, Mari Creu Altabert, María Virtudes Cantos, Gloria Benito, Lola Roca, Bernabé Navarro y el propio Joan Espuig. Recitaron poemas variados de poetas tales como: Amparo Guillot, José Ángel Buesa, Garcilaso de
La segunda parte corrió a cargo de EL LIMONERO DE HOMERO. Presentó Vicente Barberá y recitaron en este orden: Antonio Mayor, Blas Muñoz (en nombre propio y en el de Joaquín Riñón por indisposición de última hora), María Teresa Espasa y Vicente Barberá, que cerró el acto agradeciendo la presencia del respetable y la intervención de los músicos Enrique Benítez, José Juesas, Herminio Sierra y José Grau, que interpretaron al inicio, entreacto y final las siguientes piezas: Vals en Sol, Embustero y Bailarín y Andante en mi menor, de Vivaldi.
(Se acompañan fotos cedidas por María Jesús.)
POEMA DEL DESENCANTO, de José Ángel Buesa.
(Recitado por Carmen Barranco.)
Y comenzamos juntos un viaje hacia la aurora
como dos fugitivos de la misma condena.
Lo que ignoraba entonces no he de callarlo
ahora:
No valías la pena.
Ya llegaba el otoño, y ardía el mediodía.
Sentí sed. Vi tu copa. Pensé que estaba llena,
pero acerqué mis labios y la encontré vacía.
No valías la pena.
Te di a guardar un sueño, pero tú lo perdiste,
o acaso abrí mis surcos en la llanura ajena.
Es triste, pero es cierto. Por ser tan cierto,
es triste:
No valías la pena.
Fuiste el amor furtivo que va de lecho en lecho,
y el eslabón amable que es más que una cadena.
Pero hoy puedo decirte, sin rencor ni despecho:
No valías la pena.
Me alegré con tu risa; me apené con tu llanto,
sin pensar que eras mala ni creer que eras
buena.
no valías la pena.
Me queda el desencanto del que enturbió una
fuente,
o acaso el desaliento del que sembró en la
arena.
Pero yo no te culpo. Te digo, simplemente:
No valías la pena.
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