ATARDECER AZUL
Ahí está. Fuera.
Como una ascua que
enciende cualquier frío.
Ahí, afuera,
en el dintel de
todas las puertas,
tocando la
aldabilla
y acariciando con
sus manos
la silueta dulce
de la noche
y la piel sinuosa
de una dama.
Ahí, afuera,
quemando el corazón.
Dentro, amarillo
de tiempo,
está el atardecer
azul.
Aquí, adentro,
escondido en un
jardín marchito,
sin apenas caminos
donde andar
más allá del
trayecto,
cada vez mas
arduo,
de su respirar
cansino.
Sólo queda la
acónita nostalgia
adornada con espurnas inmóviles.
adornada con espurnas inmóviles.
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