Cartel elaborado por Antonio Mayor |
…entonces no
me sabía entender como ahora
para saberlo
decir, que después me lo ha dado Dios
que sepa
entender y decir las mercedes
que Su
Majestad me hace…
(Teresa de Jesús:
Libro de la vida, 30.4.)
¿Qué iluminada aurora
nos ha venido a ver, Madre Teresa?
Nunca existió una voz como la tuya
que deshiciera lutos
y miradas solemnes,
que sin querer llegara de tan llano
como una mano en vilo
para ordenar los pliegues
y la urdimbre de un sueño.
Nunca fue la palabra
tan puente transitable
de ingenua sillería
entre el gozo y el llanto,
tan arco de humildad
labrado por canteros celestiales
entre las orilladas
sendas del éxtasis
y el rito cotidiano de las cosas.
Nunca fue la palabra
tan agua en cantarillo,
tan pájaro en la rama,
tan luz del aire en los canchales.
Y al mismo tiempo, sin saber por qué,
¡cómo ascendía
desde la soledad en sombra tu palabra!
De tu mano volaba,
como la palomica
que en los cielos dibuja
sus caminos de tierra,
sin saber que es llevada –aunque
sabiéndolo–
por un aire arrecido
que en fulgor se resuelve.
Y ahora,
¿qué luz humilde
nos ha venido a ver, madre Teresa?
¿Qué desusada lumbre enternecida
se enciende, ahora que te escucho,
en nuestro pobre día a día
de tal forma que ya no vale para nada
el traje de domingo
ni el arcón, ni las sedas del convento?
Y así,
tan huérfanos del huso de tus dedos,
tan lejos de la sed de tus sandalias,
aún es fácil cogernos de tu mano
y caminar por donde caminabas
mojados por la lluvia luminosa
que llueve desde dentro,
al oírte, del propio corazón.
¿Cómo decir ahora
lo que en ti dijo el Amor,
si no es con mi silencio
y tus mismas palabras,
oh
transfigurada esposa,
oh
madre Teresa,
oh
luz
humilde y descalzada?
(BLAS MUÑOZ)
[1] Segundo
Premio del XXVIII Certamen Internacional de Poesía Mística de Malagón (Ciudad Real). 2013.
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