Clarissa Pinkola: “Lo importante no es el tamaño, la forma o los años y ni siquiera el hecho de tener un par de cada cosa, pues algunos no lo tienen. Lo importante desde el punto de vista salvaje es si el cuerpo siente, si tiene una buena conexión con el placer, con el corazón, con el alma, con lo salvaje”. Y sentir es una condición imprescindible para apreciar y gozar de lo que nos dice un poema. Muchos son incapaces de sentir nada ante un poema. Poder sentir y gozar del arte nos eleva y nos acerca a Dios. Para el autor es la mayor recompensa.
Espero que el siguiente poema os haga sentir y disfrutar; imaginar otros mundos y vivir realidades soñadas; en fin, disfrutar.
VENUS
Un hombre puede, a lo sumo unas cuantas veces,
arriesgar el silencio de su jardín cerrado.
Guillermo Carnero
Aparece la escarcha
sobre un grácil mantel
de un prado agreste.
de un prado agreste.
El canto de los mirlos,
sus notas en el viento,
no turban el espacio
de verbena y lavanda,
en la alejada edad
de la inocente duda adolescente.
no turban el espacio
de verbena y lavanda,
en la alejada edad
de la inocente duda adolescente.
Es primavera,
el resplandor del orto borra
los últimos residuos de la sombra
y su luz suave se detiene
sobre los muslos presentidos
el resplandor del orto borra
los últimos residuos de la sombra
y su luz suave se detiene
sobre los muslos presentidos
de una Venus.
(Decidme si en la noche opaca,
sin lumbre en el candil,
sin lumbre en el candil,
un hombre puede
permanecer
en silencio).
Por eso al observar
desde el alféizar gris de su ventana
el perfil ondulado
de sus muslos brillantes,
sublimes de amarillo,
desde el alféizar gris de su ventana
el perfil ondulado
de sus muslos brillantes,
sublimes de amarillo,
tendidos en la cama imaginada
apeló a su memoria
trasnochada y oscura.
¡Ah tiempos que ya fueron!
La evanescente bruma del rocío
su cuerpo acariciaba.
su cuerpo acariciaba.
Bello día y el sol,
desde las verdes cumbres,
todos los árboles del cosmos
protegía.
protegía.
El aire columpiaba su cabello,
su boca acariciaba y su cintura.
Se acercó,
amante explorador
de pétalos de rosas,
para besar, furtivo, su sonrisa.
Pero no estaba. Ya era tarde.
El cuerpo de la diosa
se escondió para siempre
en el azogue azul de su mirada.
en el azogue azul de su mirada.
(Después del amor, Olélibros, 2018)
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