SILENCIO
A Antonio Cabrera y Adelina
No rompas con
palabras
la apacible
quietud,
el paso
silencioso de las nubes.
Deja que el
viento
haga sonar las
ramas,
susurre entre
hojas secas
y que el suave
aleteo
de los pájaros
despierte tu
jardín.
Deja que te
adormezca
el leve zumbido
de los insectos
y que el canto
monótono del
agua
fluya y
descienda
al fondo de tus
huesos.
Y entonces, con
la pura
mansedumbre de
las bestias,
regresa a tu
caverna
y oye tu
corazón.
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