jueves, 2 de agosto de 2018

RICARDO LLOPESA




RICARDO LLOPESA

Por Blas, me acabo de enterar de la muerte de Ricardo Llopesa, gran persona y erudito en poesía, especialmente de la obra de Rubén Darío, paisano suyo, como es sabido.
            Tuve la inmensa suerte de conocerlo cuando nos reunía a un grupo de aficionados —sigo siéndolo— que intentábamos componer poemas. En un rincón oscuro e incómodo de un bar de la Plaza del Ayuntamiento de Valencia, entre ruidos que a veces enturbiaban la comunicación, nos corregía y animaba a seguir con una paciencia y sencillez prodigiosa. Sus observaciones eran precisas y sabias en el sentido lato de la palabra.
            Los dos primeros libros de EL LIMONERO DE HOMERO fueron editados por la editorial Instituto de Estudios Modernistas, desde la que ilusionó a muchos vates, sobre todo a los que se iniciaban en el arte de las musas. En el primero de esos dos libros nos obsequió con un prólogo generoso del que copiamos este párrafo: «Son distintos a ellos mismos y los demás. Son cultos y exquisitos. Se exigen mucho. Eso los hace ser un grupo que sin agitar bandera sabe adónde se dirige». Más adelante se refiere a una «unidad heterogénea» como cualidad relevante del grupo. Por él me enteré de que mi estilo era «fluido y despejado de retórica». Con motivo de una visita al grupo —y lamento haber perdido entre los laberintos del ordenador las fotografías que tenía de las veces que estuvimos juntos— escribe una carta —que sí poseo— en la que describe algunos aspectos de nuestra personalidad. De mí escribe: «Es el poeta de la alegría. Sus poemas parecieran escritos bajo la consigna de Lope, para quien los poemas de amor debían escribirse en redondillas y en romance los festivos». Gracias querido Ricardo, por tanta generosidad.
            En 2011, con motivo del éxito obtenido con nuestro primer libro de EL LIMONERO DE HOMERO, Ricardo se ofreció a cocinar para nosotros una comida típica nicaragüense. Nos reunimos en mi casa los seis (Ricardo, Antonio, Blas, Joaquín, José Luis y yo), y disfrutamos de su buen hacer culinario y, una vez más, de sus historias y experiencias.
            Por eso ahora entiendo que no me contestara cuando, hace poco más de un mes, le envié dos correos pidiendo su participación en el proyecto sobre el 50 aniversario de la muerte de León Felipe organizado por la editorial Olélibros con el Ateneo de Madrid.
            Su muerte es una pérdida para la poesía valenciana, especialmente en el sentido de promoción y ayuda a los nuevos valores. Era un maestro que disfrutaba compartiendo con los demás sus conocimientos, que exponía con gran profusión de detalles, como si dibujara en el aire, al mismo tiempo que describía escenas y acontecimientos con una memoria prodigiosa.
            Descansa en paz, querido amigo.

Dedicatoria con motivo de la reunión en la fecha indicada (jueves en el Ateneo Mercantil) con Ricardo Llopesa.
(El grupo EL LIMONERO DE HOMERO presenta a poetas a participar en algunas de  su sesiones de trabajo).

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