XVII
Tenerte, amor, es poseer el mundo
es recorrer el cielo, el universo.
Te recuerdo tendida bajo el sol,
tu figura manchada por la arena
en el seno de un tiempo ya pasado.
Temblaban nuestros cuerpos de atracción
inevitable. Me importabas sólo
tú y el placer sagrado de tenerte.
Tu pelo oscuro sobre el blanco lecho,
tus caderas desnudas y el temblor
de tu vientre, ofrecían encendidos
anhelos de lujuria desbordada
en el gemir silente de la noche.
Y así fue nuestro último verano.
(ENSAYO PARA UN CONCIERTO Y OTROS SONETOS, 2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario