EL COVID-19 Y EL CORAZÓN DEL ROBLE MILENARIO
En el siglo XIX los valencianos sufrieron una grave epidemia de cólera que se inició en la India en 1817. Diecisiete años más tarde aparece en Valencia y se establece hasta 1885, año de gran actividad en el que murieron unas 5000 personas a razón de unas 300 diarias en los periodos de mayor intensidad. El número de fallecidos en la capital ascendió al 3,66% de la población total. En 1865, como nota anecdótica, causó la muerte de los padres de Joaquín Sorolla.
La humanidad desde siempre ha sufrido multitud de pandemias. Algunas de consecuencias apocalípticas. De gran mortalidad han sido las de la viruela, sarampión, el sida, la “gripe española” de 1918 o la de la “peste negra” del siglo XIV.
Ahora tenemos la del COVID-19, sin duda global, aunque difícil será que alcance cifras similares a las referidas. No tenemos más remedio que esperar, tener paciencia y confiar en que los científicos encuentren la vacuna y acaben con ella. Mientras, el corazón seguirá en el tronco del roble milenario, aunque borrosos sus perfiles y sin flecha.
ROBLE MILENARIO
Dibujado en tu piel el corazón
cuando juntos quisimos
firmar un compromiso
firmar un compromiso
que borrar no ha podido todavía
la lluvia compasiva,
nos hace recordar que hubo otro tiempo
en que el sol y la luna eran el testimonio
de un amor para siempre.
la lluvia compasiva,
nos hace recordar que hubo otro tiempo
en que el sol y la luna eran el testimonio
de un amor para siempre.
Esclavo y fatigado el viejo roble
se asoma al terraplén
se asoma al terraplén
de la añorada rambla,
que contempló caudales de alegría
hilando en sus rodados cantos
que contempló caudales de alegría
hilando en sus rodados cantos
los besos del pasado imperceptibles.
Hoy veo el roble, su amargura
por tanto viento y trazos que le hirieron.
por tanto viento y trazos que le hirieron.
Y esta vez su lamento
de derrota purísima
se acerca a mis sentidos,
mientras el corazón, borrosos sus perfiles,
sin flecha y muy cansado,
hendido entre los surcos
de derrota purísima
se acerca a mis sentidos,
mientras el corazón, borrosos sus perfiles,
sin flecha y muy cansado,
hendido entre los surcos
con pena nos contempla.
(Después del amor, Olélibros, 2018)
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