jueves, 16 de abril de 2020

LUCAS LUNA: CARTA DE AMOR DE ÁNGELES A JORGE, HIJO DE LUCAS



UNA SEMANA SIN TI


Ahora, de nuevo, una semana más sin ti.
Había imaginado tantos planes… Pensaba que podríamos salir juntos y pasear por la orilla del mar, por aquellas playas donde tanto nos quisimos, pero las circunstancias, las malditas circunstancias…    
Aprovecharé mi soledad para recordar los primeros días de nuestro amor; aquellas horas en las que nos mirábamos sin vernos y nos hablábamos sin oírnos, en las que las caricias vagaban por el aire ajenas al tiempo.
Quiero vernos proyectados hacia atrás, con nuestro amor reflejado en las coordenadas del espacio, del recuerdo… Será como volver a leer un poema que nos emocionó, con el temor de que fuera el último; como viajar de nuevo al otro lado del universo donde teníamos las estrellas a nuestro alcance, con la esperanza y el deseo de que el tiempo corriera veloz para volver a estar contigo.
Me invade la soledad, y la melancolía me hace daño. Es como si algo me faltara, como si fuera imposible respirar lejos de ti. Esperaré con ansia tu regreso.
Me gustaría dormirme ahora y que al despertar tuviera mis manos entre las tuyas y que el calor de las sábanas nos arrullase. Quiero vivir intensamente estos momentos, tenerte más cerca en tu ausencia, porque también son momentos únicos e irrepetibles para sentirte, aunque me haga sufrir.
No me es posible alejarte de mi mente. Te llevo siempre conmigo y no puedo relajarme ni un momento. Nada me puede distraer si tú estás lejos. Tu presencia forma parte de mi presencia y necesito el alivio de tus caricias.
Si yo fuese una persona libre, ¡LIBRE! Sólo libre; y si, siendo libre, fuese tu amante, iría hacia ti inexorablemente ahora mismo, en este momento de soledad, de silencio nocturno. Estaría yendo hacia ti…; pero tengo que quedarme inmóvil. Nada puedo hacer más allá de la espera.
Por eso, ante la imposibilidad de verte, de sentirte a mi lado y comunicarme contigo, mi imaginación me presenta tus abrazos y tiembla todo mi cuerpo ante tu dulce mirada, como si notara el calor de tu contacto… Y tus palabras tan bajitas que, a veces, casi no entiendo, aunque oiga su rumor; tu ternura envolviéndome y aislándome de todo.
Ante la imposibilidad de tenerte, ahora que te sueño, me invento tus caricias, tus manos se vuelven tiernas, hábiles y hasta me vence el sudor y el cansancio. Me tengo que duchar para lavar mis pensamientos. Me siento como si pecara contigo.
Siempre me dices que lo que más te gusta de mí es el recato y la timidez, pero si hace unos instantes hubieras estado a mi lado, no habrías encontrado resistencia alguna. Mi cuerpo, como rosa sedienta de tus sueños, umbral de mi puerta abierta, ofrecido en una pira amorosa, ardía con la fuerza sublime de la pasión, como algo irrealizable, todo tensión, todo afán, todo anhelo. Como el último sacrilegio de la locura.

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