Desde ninguna parte
Caballos o delfines,
y un mar, un mar primario.
Olía intensamente: una fragancia
de pasto y litoral, de espuma y
hierba.
Se escuchaba a lo lejos un galope,
un chapoteo, quizá una zambullida.
Eran caballos o delfines
y venían desde ninguna parte:
pero estaban aquí, cerca de todo,
Lloraban o cantaban
y no había tiempo, no quedaba
tiempo.
Lentamente subía la marea
y el corazón bajaba atolondrado
a una imposible tierra prometida
donde el origen canta húmedo
con la vaga promesa de un futuro.
Todo estaba a la espera de un destino
con la tibia inquietud que anuncia
el alba.
El corazón, ansioso, tanteaba,
y en la noche desierta y perentoria
lloraban las estrellas su desdicha,
su eterno acabamiento iluminado.
Bajo la luz oblicua de la luna
temblaron desolados los zarzales
y el corazón oyó sobre la tierra
un galope continuo y venidero.
¿Eran caballos o delfines?
Atónito, mientras los otros
duermen,
dibuja en las paredes de la cueva
la misteriosa imagen de sus sueños:
¿caballos o delfines? No. Bisontes.
Apenas queda tiempo, el sol apunta.
Las estrellas, a salvo en su
mortaja,
vigilan desde un cielo sin promesas
el incierto destino de una especie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario