En Los
sitios interiores (sonata urgente)
(1980)
Canto a un grillo viejo y mío
Esta es la prisa por volver
encontrar tu cabellera
haciendo siesta y tarde
tiempo para contar la hierba
donde habitas;
¿a quién le importará la
inmensa largura
de tu canto?
¿quién supo de ti para
alabarte?
Estabas allí
en soledad sin estrenar
pendiente de la tarde que
volvía
sumisa a su corteza;
¿a quién le importará si sigues
en la higuera
tristón
hecho unos zorros con la
paciencia cubierta
de intemperies?
¿quién eres tú para comprar
ningún destino,
ver al hombre que soy aunque
no puede?
Tenías a tu espalda
el corazón de agosto y la
prueba de los nueves,
la lucha por hacer de cada
avispa un cementerio
y el pez que reía en la
escollera
- erre que erre-
sin acordarse nunca de
nosotros.
Ahora tengo prisa. Y llevo
dentro
un viejo cordel por si me
sirve,
la pluma y mi navaja para
verte.
¿Quién dijo que habría otro
verano,
que nunca nunca nunca
seríamos mayores?
Tú,
gruñón de soliloquios,
guardabas en la caña lo que
viene, esto que es,
y la lluvia mojando mi
infancia desde abajo
para borrarla mejor y para
siempre;
tú,
filibustero,
tramposo jugador aventajado,
cantabas para mí un réquiem
de leyendas,
picabas mi costado y luego,
entre las ramas
perdidas de un tebeo,
limpiabas tu llanto
de grillo prematuro: sabías
como nadie
que era la muerte del Jabato,
mi última batalla cosida al calcetín.
Y ahora tengo prisa. Porque
los grillos
entérate, sabelotodo,
se mueren despacito, entre
dos años,
con su bastón de anís y su
mochila.
Al sol, como pedían.
Al sol, como pedían.
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