REFLEJANDO EL ORIGEN
que ahora en ellas presientes,
balbuceas palabras
sencillas como piedras,
y en el metal oscuro
de su impuro sonido
buscas hoy, otra vez,
como entonces buscabas,
la luz en la ceniza,
el rescoldo en la noche,
la pulpa de un temblor,
los párpados de un beso,
para heñir tanto tiempo
de silencios y olvidos.
Y a pesar de tus años,
que invitan a seguir
con la mirada lenta
el húmedo regreso
de unas barcazas grises
bajo la luz de esparto
del muelle de poniente;
a pesar de tus años,
que añaden el agravio
de la edad al silencio
de los años pasados,
decides encender
la lámpara de nuevo,
como si fueras joven.
Escribe, pues, si puedes.
Ponle cuerda a tu arco;
cruza otra vez el bosque.
Pero cambia el dolor
de tus versos de otoño
por el dolor ajeno:
Sea luz tanto olvido.
(Amarillo)
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