Santiago de Chile, 2009 |
DONDE EL POETA
POSA SUS MANOS
EN LA CINTURA DE
LA AMADA
Y ABSORTO
PERMANECE
(De “Territorio
del fuego”)
Estas manos que saben de antiguos paraísos,
de patrias escondidas donde la brasa impera,
de volcanes que cantan coronados de púrpura,
de riberas sedientas y ardidas oquedades.
Estas manos que habitan ensenadas de fiebre,
que recorren a ciegas los cubiles del tigre,
y descubren el pulso de los ritos prohibidos
y llevan en su idioma el temblor de las islas.
Estas manos amigas de los astros sin sueño,
que levantan columnas y amansan unicornios,
que dominan la espuma del yunque y la colmena,
el milagro del prisma, la rebelión del mástil…
Estas manos se tornan alfareras y humildes
al posarse en el barro de tu exacta cintura,
y modelan despacio su curvo manantío,
su vuelo de gaviota, su respirar de nave.
Y ajenas permanecen a hogueras muy cercanas,
detenidas y absortas en esta geografía
donde tu cuerpo alcanza la plenitud más pura:
ese prodigio tuyo de un mayo perdurable.
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