Estimados amigos:
Seguro que amáis la juventud, la vida y muchos la poesía como aspiración de belleza y goce ante la hermosura del arte. Seguro que aborrecéis la muerte, la vejez y lo prosaico como vestigio de lo feo y desagradable, pero como dice William Ospina en La escuela de la noche: “No se puede aceptar la vida sin aceptar la muerte, no se puede acepar la juventud sin aceptar la vejez, no se puede aceptar lo poético sin aceptar lo prosaico”. Y todo ello tiene que ver con la felicidad: no se puede odiar la vida por considerarse desgraciado y culpar a los padres por haberla engendrado ni despreciar la vejez o sufrir ante la posibilidad de morir porque es consecuencia de la vida (solo puede morir quien está vivo).
Los sentimientos negativos nos harán sufrir y nos impedirán ser felices cualquiera que sea el sentido que demos a la felicidad. Por ello Ospina utiliza la palabra clave de la FELICIDAD: ACEPTAR. Aceptar es la palabra clave y para ello se necesita un alto grado de serenidad y madurez: tener la experiencia y vivencias suficientes para entender a qué hemos venido aquí. Y no olvidemos que aceptar no es resignarse.
Por eso nuestra vida es una continua búsqueda de la verdad, de la belleza, de lo sublime, del amor… Y cuando no lo podemos encontrar tenemos que aceptar aunque solo sea conocer su nombre, saber de qué se trata.
SI NO HAS DE VOLVER
I
Te busco en el camino y en sus límites,
en cada singladura,
en la luz de la sombra y en el latir del viento.
Sutil aroma de mi espera,
en los huecos pasados permanece
la soledad silente de tu ausencia
y el perfil de tus labios sin palabras.
y el perfil de tus labios sin palabras.
Desvelado,
de ti me habla la noche:
de ti me habla la noche:
se clava como escarpias en mi carne.
II
Esculpí en mis recuerdos tu sonrisa
para que unidos
la distancia pudiéramos trenzar
en una red compacta
cubriendo nuestros fríos.
III
Pero anochece
y la fatiga me consume
a las veintidós horas
de cada día.
Casi al final del recorrido
busco tu voz
y el candor de tus ojos en mi verso.
Te busco en el mirar de mi pasado
aquella vez que acaricié tus olas
en el brillo del mar
que navegamos juntos.
en el brillo del mar
que navegamos juntos.
IV
Si no has de volver,
dime, al menos, tu nombre.
(Vicente Barberá Albalat en Después del amor, Olélibros, 2018)
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