LOS ZAPATOS DE
MI PADRE
El día que mi padre me entregó sus
zapatos gusté el agua salvaje de los sueños.
Mi alma cruzó la dehesa, abrazó las
encinas y saludó a las águilas cantando la balada del soldado sin patria.
Ardían sendas de oro en el cielo puro
de esa mañana primera y única.
Nuestras venas traspasaban praderas
desbordadas de savia enamorada.
Entonces nuestra lengua era el
camino.
Almorcé con el zorro,
vibré junto al viento entre las
retamas,
me empapé con el agua del riachuelo,
volé con el milano el arroyo
impalpable del olvido,
nadé junto a las águilas
la yerma bahía de la memoria…
y me senté a llorar junto al corazón
acantilado de los antiguos bueyes.
Así aprendí los nombres de las cosas.
Mi padre me enseñó a cruzar ríos, a
tender puentes de luz en medio de la niebla.
Mi padre me enseñó a leer los bosques
y a charlar con el otro que siempre va conmigo.
Así creció, así ardió mi corazón de
barro.
Mi alma fluye escuchando ese
murmullo,
esa sabiduría de los siglos…
agua del tiempo en mi cabeza
cana.
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