El 24 de febrero a las 19:30
CENIZAS DE VIAJE
(Hölderlin en Tubinga)
Hay
un hospital en el que todo poeta fracasado
como yo puede refugiarse con honor: la
filosofía.
HÖLDERLIN
En una casa blanca cerca del río
Néckar,
acogido, enterrado, en un estrecho
cuarto
-libros, poemas, cartas, un piano, un
espejo-
frente a un paisaje hueco, en un
limbo aquietado
donde las aves dicen su viaje
predilecto.
Han pasado los años y hoy ya no
recuerda,
nostálgico, indulgente,
el nombre con que antaño aún fulgía.
Es fría la mañana, de terciopelo y
seda,
de pájaros indiferentes sobre
ese jardín nublado por las rosas
difuntas.
Se levanta en la espesa penumbra de
la estancia,
cruza el espacio austero y abre la
ventana:
siente la brisa helada del viento del
nordeste
las tiernas lilas tímidas del borde
del camino,
la edad dorada, el mundo, la noche y
el sendero.
Si
un mundo bello hay fuera, otro más bello hay dentro.
Allí los niños juegan en la verde
alameda.
Oye risas y voces, las carreras
procaces
y también esas otras, celestiales,
calladas,
Siracusa a lo lejos coronada de
fuego.
Sabe que el cielo azul es todo y
permanece
firme sobre los montes de Jonia y
Salamina
con el ágil hechizo del horizonte
antiguo.
Es el dorado ensueño de la luz
quieto en la misteriosa biblioteca.
Y allí, inadvertida, al fondo de la
escena,
en un retablo mudo de ciega
maravilla,
una figura absorta releyendo el
silencio.
Es el día de la vida confiada.
Pobre
Hegel –piensa– divino loco,
sostiene
que el espíritu de nuestra vana época
hablará
por su boca.
Ya casi todo es aire en el lento
crepúsculo,
ave gigante y sombra y cumbre en el
abismo.
Toda la hermosa tarde, con su luz
escindida,
y el tiempo delicado que se extingue
escapan hacia el hueco profundo de la
noche,
fugacidad y anhelo en cada instante,
amor intenso y paz y armonía,
formas del pensamiento que se aleja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario