DOS
GOTAS DE AGUA
Estás junto
a la puerta de mi olvido
y de nuevo, tu rostro. Son tus ojos,
tus labios, tus cabellos y tus guiños.
Pero no eres tú, tiempo gozoso,
fuente añorada de agua fina y fresca
que tantas veces fue ósculo de oro.
Y así dos rotas lágrimas me dejan,
como rostro de lluvia triste y fría,
el recuerdo de viejas tardes tiernas.
Tardes de abrazos, besos y sonrisas,
melodías bailadas sin palabras
y sueños que se fueron con la brisa.
Todo pasa y lo nuestro se esfumaba
como la bruma oscura del paisaje
perdido en nuestras playas olvidadas.
Yo supe que era tu hija y pensé en ti,
no me sentí capaz de presentarme
y medité a solas
para mí:
—Me gustaría dieras a tu madre
un beso de los muchos que
le di.
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