SIEMPRE VIVISTE AMIGO EN UN POEMA
Siempre viviste
amigo en el poema,
único refugio
donde esconderse.
Como entonces
hacías
ante el clamor
de aquel mundo cerrado
que nacía para
el brusco silencio.
Siempre viernes
entonces
en la pared
encalada del fondo
cuando Laurel y
Hardy
encendían la
luz.
Como llama
nueva surgía la poesía.
Ante la
hostilidad de una ruina,
ante la
desigualdad como antorcha,
ante un mundo
vacío en su ceguera.
Allí arriba,
encima de nuestros hombros
se iluminaba
furtiva la piel.
Siempre viernes
entonces,
viernes para
encontrar
la salida del
túnel.
Un viernes como
el ruido la marea.
Y cuando se
ahogaban inciertas unas luces
ascendían
pájaros y la risa
entonaba la
canción del salvado.
Había tantos a
quienes salvar.
Hombres
perseguidos en su conciencia,
mujeres
apremiadas para huir
del mundo,
perseguidos
para ser perseguidos.
Persecución
obscena.
Ahora rota,
ahora rota, ahora rota.
Porque era
viernes tarde.
Siempre allí,
en aquel poema del viernes.
Queridos Laurel
y Hardy, un poema
con risa hasta
el llanto,
un poema que
aplacara el silencio,
que trajera la
aventura del día.
Todo eso los
devaneos de Laurel y Hardy
una tarde de
viernes.
Con su orgullo
de besos
y nuestras
casas abiertas al mundo.
El cine
descubría
que detrás de
las sombras,
detrás de
algunos rincones oscuros,
detrás de las
pesadillas frecuentes,
había razones
para existir.
Siempre viviste
amigo en el poema,
amado cine de
Laurel y Hardy,
y ese poema
vive hoy de nuevo
como un reclamo
hospitalario, como
una cerilla que
arde,
como un
resplandor que consume el tiempo,
su huida, su
fría espera.
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