Ricardo Bellveser, polifacético escritor y persona
admirable, acaba de publicar un poemario titulado PRIMAVERA DE LA NOCHE. Antes
de ser dado a conocer en la librería Ramón Llull, de Valencia, ya publiqué en
mi blog de poesía, escaneado, su poema “El camino”, que no tiene ninguna
connotación religiosa.
Es
un libro que puede leerse en una sentada y permite disfrutar recordando
verdades universales o sucesos y experiencias ordinarios de la vida de los
seres humanos de cualquier latitud, tendencia o aspiración. Pero la primera
lectura te deja insatisfecho. Al cerrar el libro, te quedas como con ganas de
continuar, así que no tienes más remedio que abrirlo de nuevo o, mejor, dejarlo
reposar, porque sabes que al retomarlo y leerlo sin prisas, teniéndolo cerca aunque
no sea preciso en el bolsillo, como dice Georges Duhamel, te aportará dulzura y
poesía, amén de motivos de serena reflexión.
Además,
en mi caso, me ha servido para aprender una palabra más: anancástico (el último
poema del libro). He de confesar que no la conocía y que no me han servido mis
diccionarios habituales. He tenido que acudir al de Psicología en el que se
define anancastia como neurosis compulsiva.
El
poema que transcribo aquí –LA LUZ- es uno de mis preferidos. Es el número XXI del libro y tiene una segunda parte, tan
hermosa como esta, titulada LA SOMBRA. Espero y deseo que disfrutéis con su
lectura.
Ricardo Bellveser, tercero de derecha a izquierda (foto de José Luis Vila) |
La luz
Perquè per tornar a naixer necessiteu morir
J. Salvat P.
La luz nos espera donde
todo acaba,
al pie del lecho en el
que agonizamos,
porque es la ruta que
nos ha de conducir
de la muerte a la
razón, a la inteligencia,
quizá a la vida de
nuevo, quién sabe,
nos llevará a una
estancia poblada
por las palabras que
desean habitarla.
Las palabras tienen su
propia existencia,
un día nacen
titubeantes y al poco
se fortalecen, se hacen
jóvenes,
se vuelven útiles,
expresivas y flexibles.
Luego, no sé cuándo
pero sucede,
se endurecen de tan
manoseadas,
se oscurecen, van
dejándose el brillo
por los libros, las
historias, las promesas,
las explicaciones, los
susurros, las mentiras,
y finalmente se
malinterpretan,
burlan la lógica, se
tornan artificios
y sus vestidos devienen
harapos
que apenas significan
jirones de nada.
La luz y las palabras se acechan desconfiadas
porque el vivir fecunda traslúcidos velos
que enturbian la explicación de la vida,
y emborronan el sentido que quizá tuvieron.
Sospecho de la luz, de su existencia
quiero decir, aunque, ––soy sincero––,
la intuyo como si cuando llegue el ocaso
ella fuera a ser mi único
camino de regreso.
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