HOMENAJE A JOAQUÍN RIÑÓN
ANTONIO MAYOR
No sé si es triste paradoja o feliz hallazgo
del azar el que un poeta muera precisamente el día mundial de la poesía.
Ayer
ha muerto mi amigo del alma, Joaquín Riñón. Me ha cabido el honor de acompañar
sus últimos pasos por este valle de más lágrimas que risas. He estado junto a
él en la publicación de su antología poética, proféticamente llamada Memoria
Crepuscular; y en la que un inmenso poeta, casi ignorado, expresa su rica
peripecia vital y el lacerante presentimiento del fin.
Y
lo hace con más meditación que acción: “pensar el sentimiento y no al revés”,
como decía Unamuno. La suya ha sido una trayectoria vital meditativa, pero no
exenta de exigente dedicación al trabajo como profesor y padre de familia.
Joaquín ha sido todo un señor, un caballero, con un comportamiento siempre
elegante y desinteresado, un hombre de bien, un abnegado padre y un amigo
entrañablemente fiel. En estos últimos tiempos ha sobrellevado con exquisita
ecuanimidad los sufrimientos, sin una queja, y, con una inteligente
interrogación sobre el destino y el más allá, ha sabido aceptar estoicamente el
final que a todos nos aguarda. Joaquín ha constituido para mí (y para muchos de
nosotros) un modelo de comportamiento ante lo inexorable. Lo voy a echar mucho
de menos.
Pero
también ahora nos queda su recuerdo y la letra viva de sus profundos poemas y
sabremos mientras lo recordemos y lo leamos que no ha muerto, que sólo una
pequeña parte material de su ser se ha ido.
Que
descanse en paz.
(Antonio
Mayor. Valencia. 22-3-2019)
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