MÉTRICA SILENCIOSA
Gozo en el cuarto verso de tu poema.
Con yámbicos sonidos en tu boca
te haces vocal aguda
para sumarte,
para hacer
que mi yemas contigo rimen
entre oclusivas y labiales.
En la curva de nuestra sinalefa
cae una lluvia de acentos:
y es tu vientre el que asume
el recuento de las gotas impares.
Tocan las uñas como estrofas libres.
Un suave tono
deja abierto el final, por si más tarde
queremos ser la piel sonora
de una oda, de una silva, de un soneto,
de un himno, de una estancia
o de un romance, pero que su métrica
silenciosa, en el pie
quebrado de la noche, nos ate como sílabas
al ritmo de un deseo sin previa forma.
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