LA
FLOR
Lo que vemos de
las cosas son las cosas.
“Alberto
Caeiro”
En el
paseo
que esta tarde he
emprendido
veo una
flor
y me conmueve.
La flor
está quieta,
a mi
derecha.
Emerge su
perfume
desde el calor de la
tierra
y penetra
en mí:
la capturo en mi mente.
Mi mente
está llena de sorpresas.
Atardece,
las nubes hacia el
ocaso...
Mientras,
el sol va perdiendo su color.
La flor
sigue intacta,
a veces movida por la brisa,
una brisa
vespertina
que no sé de dónde viene.
Pero
no sé si la flor
está en mi mente o fuera.
¿Qué es la
flor sin mi mente?
¿Es un
objeto virtual?
Me
tranquiliza
que la
flor pueda vivir sin mí,
pero
vuelvo a mirarla
y no
es la misma flor ¿o sí?
La brisa
del atardecer
balancea sus pétalos.
Pienso que
es feliz
o que no
le importa la felicidad.
¿La flor
puede sufrir si la arranco?
¿Lo sabe
alguien?
¿Importa?
¿Y
observar cómo el silbo de la brisa alimenta su savia?
Pero
la flor ya
no es la misma flor.
Sus
pétalos buscan la luz
y cambia su forma,
¿o su esencia?
¿o su esencia?
Empiezo a
filosofar innecesariamente.
Las cosas
son como son.
Y punto.
¿Qué más
da si la margarita se mueve,
nace,
crece,
es pisoteada o muere?
***
Se para un
niño ante mí.
Me observa
y pisa la flor.
El sol
languidece
y se
esconde tras una nube rojiza.
Otras
margaritas cambian de color…
La
Naturaleza las esparce
como mantos,
pintando las praderas.
El niño,
aniquilada la flor,
desaparece
corriendo.
Ha
desaparecido porque ya no está,
como tampoco
está la flor
sin mi mente,
aunque
tenga el nexo
de su imagen,
de las
imágenes
de
todas las margaritas.
¿Y cuál es
más hermosa:
la rosa,
el alhelí,
la magnolia,
el geranio...?
Quizá un
niño las pise todas.
¿Qué más
da la clase de flor?
Que la
rosa sea más bella que otra flor
depende de
mí, no de la rosa.
Soy yo
quien clasifica,
ordena,
describe...
La rosa es
en sí,
pasa de
mí.
Su
belleza, efímera, le es propia.
¿Por qué
discutir sobre la belleza de una flor?
***
Por la
chimenea de mi vecino
sale una
estela gris de humo.
La
contemplo desde el bosque.
Del sol
sólo quedan sus últimos suspiros,
mientras una luna en ciernes
mientras una luna en ciernes
empieza a
perfilarse.
Y todo
esto
no pasa porque yo lo
diga,
pero yo
siento el olor del bosque y del humo.
Las cosas
son como son
y de nada
me sirve si no lo entiendo.
No
entenderlo así
me produce
un sentimiento de infelicidad, a veces.
Pero la
felicidad ¿depende de mí?
O es como
es y está donde está: no es mía.
Nadie
puede decirme cómo son las cosas.
He de
verlo yo.
Primero
con la vista,
pero
también con el pensamiento,
y con el
corazón.
Y he de
verlo claro y para siempre.
Aunque no
sea del mismo modo,
esta flor
también será mañana la misma flor.
Pero no
será flor del mismo modo.
Exactamente
no será igual:
será la misma flor con más sol,
será la misma flor con más sol,
más viento
y más sombras.
Está
recorriendo el camino
del agua
hacia el océano.
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