LA MADRE
Los versos del padre,
Arseni,
hablan de lo perdido;
el viento azota
los arbustos
junto al bosque
de robles;
la madre contempla
el fuego
sentada sobre el brocal.
Llueve en el interior
de la casa
y la escayola se desprende.
Un teléfono,
el espejo,
un barreño
y la foto
de un desconocido.
Contempla el fuego
del henal
en el caserío.
La lluvia zahiere
los viejos fardos
de cartón
junto a la imprenta:
una errata puede
cambiarlo todo.
No hay agua
en las duchas,
pero el fuego
regresa de la memoria.
Tienes el rostro
de mi madre;
alguien habla español
en el cuarto de al lado
y da algunos pases
a la manera
de Palomo Linares.
Los niños suben
al barco,
no volverán a España.
Vuelan globos
aerostáticos.
Maestros del Renacimiento,
una hoja seca
de la niñez;
Sagrada Familia,
libros antiguos,
fantasmas
tomando el té,
la casa muerta…
la casa de Arseni.
Poemas del abuelo,
carta de Pushkin,
alguien llama
a la puerta
equivocada…
el rostro desaparece.
Fusiles en la nieve,
prácticas de tiro,
muchacha pelirroja,
labios cortados.
La muerte no existe
el cadáver
de Hitler,
la bomba atómica,
la China de Mao,
el Libro Rojo,
gatos en el pasillo,
niños en el bosque,
llanto de Marina…
otra vez Leonardo,
mi madre triste,
el padre en guerra,
separación,
preferencia,
traición,
derrota,
culpa.
Todos cambiamos,
zarza ardiente,
un sueño que se repite
desde hace
cuarenta años;
una cabaña de troncos,
mecanismo extraño.
La gallina rompe
el cristal
de la ventana.
El viento
de nuevo
regresa a la infancia:
secretos de mujeres,
niño en el espejo,
tu mano sobre el fuego,
muere la luz,
el sueño de un bebé,
joyas prestadas,
sacrificio de un gallo…
Llueve de nuevo
en la casa,
sábanas extendidas,
una jarra de leche,
un pajarillo
junto al lecho…
la colada limpia.
Sólo los pinos
conocen nuestra historia.
Adiós, madre.
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