Todos
los que conocemos a Vicente Barberá Albalat
y hemos leído alguno de sus libros de poesía, hemos conseguido contrastar,
a través de su poesía, la autoridad de Vicente como poeta de una gran capacidad
estética y de una importantísima sensibilidad.
Vicente Barberá Albalat ha escrito poemas excelentes y sonetos
maravillosos que nos han demostrado no solo una gran técnica literaria, sino
una sensibilidad abrumadora, como puede constatarse en los sonetos dedicados a
la muerte de su madre o en piezas literarias concebidas con una lírica musical
difícil de conseguir.
Ya por
eso Vicente Barberá Albalat merece
un reconocimiento como escritor y poeta aunque nunca se había dedicado a la
producción de una novela como un nuevo reto para desarrollar todas las
características habituales de la literatura.
Pues
bien, ahora nuestro querido amigo y poeta ha conseguido crear una novela que
consagra la creatividad completa de los géneros literarios más difíciles y
arriesgados como son precisamente las obras extensas.
Ha sido
con su jubilación con la que Vicente
Barberá Albalat ha podido disfrutar de un tiempo entregado plenamente a la
literatura y así, desde la fecha del 2006, completar todos los géneros
literarios con una novela.
El
libro escrito por Vicente Barberá
Albalat es, como cabe esperar de un buen poeta, de una exquisita prosa
resultado de muchas lecturas y experiencias literarias, que concurren todas
ellas en demostrar que su creatividad no tiene límites y puede dedicarse a
cualquier género literario bien perpetrado en su gran conocimiento de la vida y
en la multitud de trabajos y de viajes que completan una obra extensa y valiosa
en cada uno de los géneros en que ha publicado.
El
libro de Lucas Luna pasa, por eso,
por varios ingredientes que lo enriquecen. En primer lugar una vida bohemia, de
persona que ha conseguido no solo inspirarse en una alta cultura sino también
en una enorme experiencia vital.
Tal vez
por eso el libro es en buena parte un libro de memorias donde se habla de
antiguos viajes como ocurre en París en 1956. Ahí se habla de la ciudad y de
asuntos relacionados con la historia de Francia, como la existencia del Frente
de Liberación Nacional y de la crisis francesa que llevó al poder al general Charles de Gaulle.
Otro de
los ingredientes del libro está relacionado con su propia vida y con sus amigos
por lo que transcurre parte de la obra en Valencia que, como es natural, conoce
perfectamente y deja algunos indicios de una vida juvenil vivida como una gran
experiencia.
La
creatividad de algunos espacios como los lugares que conoció en Valencia da
lugar a una nota muy deseable en todas las novelas, que es el uso del humor.
Las personas inteligentes saben tomarse con humor incluso las experiencias más
duras, como pasar por un calabozo o discutir duramente en un matrimonio. Los
libros que mantienen el humor consiguen que los lectores no solo lean las
páginas en las que uno puede reírse, sino que se sienten impulsados a leer más
para poder encontrar otros momentos divertidos que se auguran a través de la
lectura. A veces esa lectura nos lleva incluso a citar a grandes poetas como es
el caso de Antonio Machado, del que
se toman algunas frases divertidas como el breve poema:
¿Tu verdad?
No, la Verdad,
y ven conmigo
a buscarla.
La tuya
guárdatela.
Todos
sabemos que la filosofía viene de los clásicos y por eso es tan aconsejable
leer a Sócrates o a Nerón, que hizo de la vida un permanente juego con la
muerte.
De esas experiencias saca Vicente
otras antiguas memorias de la guerra española que coincide con la parte inicial
de su niñez y que, motivo de conversaciones familiares, propone superar las
dificultades de la vida a través una vez más del humor, que ya en su juventud
se convirtió en afición a la música incluidos los tangos argentinos a los que
también dedica algunas frases memorables.
Pero la experiencia española no
hubiera sido nunca suficiente para la creación de este libro. Se añade a él una
segunda parte llena de viajes de mucha variedad y que crean un conjunto
cultural envidiable para todos los que queremos viajar, y así en 1996 se marcha
a Tokio y nos habla de algunos elementos tópicos como el ataque de Pearl Harbour
por parte de los americanos que dio lugar a crímenes horrendos como las bombas
atómicas utilizadas contra los japoneses.
Pero fuera de esas trágicas
situaciones, hay un Tokio claramente divertido, lleno de noches espléndidas y
que si se tiene dinero (la ciudad es muy cara) se puede disfrutar de una vida
placentera. Registra también Vicente
Barberá Albalat elementos habituales en Tokio como los frecuentes problemas
de terremotos que han sido una desdicha para un país tan asombrosamente
trabajador y esforzado para lograr el bienestar.
En el
viaje de memorias de Vicente Barberá
Albalat hay lugares excéntricos, poco habituales como Nepal o el Tíbet que
son causa de una búsqueda de conocimientos sobre culturas orientales, aunque en
varias de ellas hayan dejado huellas muy palpables las culturas europeas como
ocurre con la India, tan empapada de actividades inglesas durante el largo
patrimonio del que hicieron uso los ingleses en el país de Gandhi, otro de los
grandes mitos literarios.
Pero
Barberá, deseando tener una India hindú llega hasta el Ganghes, lugar muy
apreciado por los hindúes que lavan en este río sus pecados y sus errores,
mediante la inmersión en las aguas del río. Y no contento con ello viaja a
lugares hermosos como son Benarés y Khajuraho en donde la cultura hindú es
determinante, pues forma parte ya no solo de la tradición sino de la importante
rebelión producida por Gandhi que liberó a la India de los ingleses para que
fuese nuevamente el extraordinario país que es en la actualidad.
Como
vemos, Vicente Barberá Albalat tiene
experiencia no solo de una cultura occidental sino con el conocimiento de
lugares como los monasterios budistas de Drepung y Lhasa. Acudir a esos lugares
es una manifestación de valentía porque algunos lugares sí son visitados por
turistas como ocurre con Katmandú, pero otros no. Y finalmente, la
multiplicidad religiosa de la India es muy difícil de conocer en simples viajes
de pocos días, ya que la India es un país de sorpresas en el que además de
diversas religiones, las múltiples razas y los contactos con otros países
colindantes hacen que la India sea un país en donde conviven la más tremenda de
las pobrezas junto a la existencia de increíbles palacios repartidos por las
distintas ciudades más importantes.
Y,
finalmente, tiene también unas palabras Vicente Barberá sobre México, lugar
también controvertido, pero francamente asequible para los españoles que
hablamos su lengua y que podemos, gracias a ello, aprender con mucha facilidad
los elementos culturales de la vida social y el maravilloso legado histórico
que tienen ciudades como Guanajuato, Veracruz, Cuernavaca y la propia e
interminable ciudad de México, cuya plaza central es posiblemente la más grande
del mundo y que tiene recuerdos españoles, como la Catedral y el Palacio.
Barberá
también entra al territorio de la intimidad, de las pasiones amorosas, el de la
pluralidad de filosofías, el de la búsqueda del riesgo como una forma de
desafío a la aburrida vida cotidiana. Todos estos instrumentos elementales para
recordar el pasado y necesarios para hacer una novela interesante, son los que
me hacen comentar que Lucas Luna no
solo es una novela sino una novela de novelas, todas ellas escondidas en los
diversos capítulos y que nos invitan a un conocimiento mejor del mundo, no solo
el interno sino también el externo y, por eso, creo que el libro debe leerse
con mucho cuidado y profundidad.
Yo lo
definiría como una “conjunción de experiencias” interesantes, hermosas,
divertidas y, en ocasiones, dramáticas, con lo cual esta novela no es solo un
libro sino una búsqueda de una filosofía en la que se declaran las ideas
múltiples de su autor y las experiencias que han llevado a cabo a través de
esta visión del mundo que aunque es, el mundo de hoy, tiene la ambición de
declararnos el camino del futuro.
Pedro J. de la Peña
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