Sobre
todo me gustaría que borráramos todos los
prejuicios sobre los haikus y que abriéramos nuestros sentidos para
disfrutar, con toda la humildad del mundo, y evitáramos todo concepto de
prepotencia intelectual y de desprecio a lo que creemos que no es bueno.
Recuerdo la anécdota del pasado recital de APRJUV en el que…. Un asistente le
preguntó a la poeta que por qué no leía los haikus al mismo tiempo que los
presentaba en la pantalla. Le contestó: “Los haikus están hechos para leerlos
interiormente en un espacio tranquilo y sosegado”. Se estaba refiriendo a la
meditación en donde, como sabéis, a veces se acude a los tantras para no
dispersar la atención (Om mani padme hum
–principal mantra budista de la compasión y sabiduría “la joya del loto”).
Sería preciso adentrarse en la cultura y tradición
japonesa para intentar entender este tipo de manifestación poética de un pueblo
tan respetuoso con sus mayores, con el valor de la jerarquía tan arraigado
(samuráis) y con convicciones religiosas tan específicas. Para Kazuaqui Ura y
Pau Marqués[1]
el haiku es una composición poética
breve, que combina la musicalidad del verso con la caligrafía. Se trata de
crear una armonía entre el texto y la grafía, de manera gráfica, como una
fotografía.
Su origen
se remonta al siglo XVI, dentro de
los monasterios zen siendo Matsuo Bashô[2], monje budista, quien lo
populariza. Los poetas se reunían para escribir poemas largos hechos a su vez
de breves poemas encadenados, a los que se llamaba haikai no renga y se los conocía como una forma tradicional de
poesía japonesa. Las sesiones de creación de los poemas eran presididas por un haijin, que era el poeta de más
prestigio en el grupo o el anfitrión y el que iniciaba la ronda.
Posteriormente comenzaron a escribirse de forma
individual y aisladamente, coleccionándose en catálogos ordenados según la
estación del año a la que aludían, lo que se reconocía merced al uso de
determinadas palabras llamadas kigo
de las que existían listas denominadas saijiki.
Hay autores que niegan esta procedencia y sitúan su
origen en el siglo VIII en el que se utilizaban muchos poemas de 31 sílabas en
los que aparecía la Naturaleza como objeto poético y de asombro frente a la
misma constituyendo un tipo específico de espiritualidad (sintoísmo). Existían
unos poemas llamados katauta[3]
y tanka[4]
en los que para muchos estudiosos del tema, se encuentra ya el germen del
haiku. Por entonces tuvo lugar una invasión china con una cultura muy avanzada
importando el budismo y el confucianismo que sobre las creencias oriundas dio lugar
al desarrollo del sintoísmo (hoy segunda religión después del budismo), que pasó a ser la religión imperial, adoradora de deidades de la Naturaleza, del
cielo y de la tierra, así como de los antepasados (animismo), a los que se solía despedir
con un poema corto para que no perjudicaran a los vivos. Hay varias escuelas y
un gran número de deidades.
En el transcurso del siglo XIX, los hokku (primera parte de un tanka), pasaron a denominarse “haiku”
por iniciativa del poeta Masaoka Shiki y en el siglo XX, comenzaron a
publicarse en el resto del mundo. Para Carlos Rubio[5] el portugués Luis Frois
fue el primer descubridor de la cultura japonesa para occidente, en el siglo
XVI, siendo el siglo XIX cuando el fenómeno del japonismo se instaló en Europa
(Japón se convirtió en la figuración más
exquisita y distante del Otro que hay entre nosotros), descubriendo que Los japoneses hacen muchas cosas de forma
exactamente opuesta a lo que los europeos juzgan natural y conveniente
(Basil Chamberlain). Para Rubio La poesía
ha asumido en Japón, país poco aficionado a la especulación y a los valores
trascendentales de las culturas monoteístas, el papel que la filosofía y la
teología han desempeñado en nuestra cultura. Por ello conceptos éticos o
religiosos se han tratado de manera estética y poética. La mentalidad
japonesa suele concentrarse más en la
parte que en el todo, en términos de espacio; y, en términos temporales, más en
la vivencia del presente que en una visión racional y estructurada en donde se
integran pasado y presente. De ahí que el poema japonés sea breve en la
forma y fuerte en el énfasis de la percepción sensorial, frecuentemente
visual. Y es tan importante que no se concibe la prosa literaria sin poesía lo mismo que tampoco se concibe la liturgia cristiana sin música. Las claves para comprender el origen y
desarrollo de la poesía japonesa pueden resumirse en: 1, asociación con lo
divino y lo sobrenatural; 2, influencia china en sus inicios (siglos VII-IX);
3, vinculación con la escritura femenina[6]; 4, identificación con la
vocalidad y la música. Todo esto explica una cultura diametralmente opuesta a
la occidental que permite apreciar en un haiku aspectos que a nosotros nos
pueden pasar desapercibidos. Continúa Rubio: El hábito cultural desarrollado en el lenguaje hablado cotidiano de los
japoneses de comprender por medio de alusiones, indefiniciones, silencios,
frases inconclusas y ambiguas es responsable de la capacidad natural del lector
japonés para valorar un poema en donde muy poco se diga y mucho se sugiera.
Será capaz de valorar mejor lo inacabado (incompleto) que lo acabado:
la uniformidad es un defecto. Todavía pesa el yin (femenino, regresivo y
pasivo) y el yan (masculino, progresivo y activo)
Se considera a Reginald Horace Blyth como el
introductor en el ámbito anglosajón. Los define como “una mera nada, pero
inolvidablemente significativa” (1976).
El haiku es un poema breve de diecisiete
sílabas dispuestas en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas o moras. En el poema ninguna palabra es
más importante que otra, ya que las palabras resuenan por sí mismas “juntas
como un hechizo”. El lector tiene la libertad total para captar las sugerencias
y reinventar el sentido de lo que ha leído. Se yuxtaponen dos ideas o imágenes
separadas por un kireji o término
separador. Para Vte. Haya es una vía espiritual para entrenar el yo en el
despertar de los sentidos, hacia el desprendimiento, la autenticidad, así como
eliminar su vanidad y no caer en la tentación de incluirse en el poema. Para
Rubio es el bonsái de al literatura y representa
la contribución japonesa más destacada a la literatura poética universal, en
parte tal vez por el desafío que supone conseguir el máximo efecto con el
mínimo de recursos.
[1] “Seixanta-un haikus per a les quatre estacions”.
L’Aljamia, 2006.
[2] Nace (Ueno,
1644 – Osaka, 1694). Fue el poeta más famoso del periodo Edo, de Japón y
reconocido por su obra en el Haikai no
renga y es uno de los cuatro maestros del haiku con renombre internacional.
Cultivó y consolidó el haiku con un
estilo sencillo y con un componente espiritual y muchos de sus poemas se
encuentran en lugares y monumentos destacados den Japón. Empezó de muy joven y
se integró en la élite intelectual japonesa llegando a ser una personalidad
literaria, a la que, no obstante, renunció prefiriendo la vida monástica. Fue
un gran viajero e investigador de las fuentes poéticas del Japón. Dice:
"No sigo el camino de los antiguos, busco lo que ellos buscaron".
Pretende expresar con nuevos medios el mismo sentimiento concentrado de la gran
poesía clásica. Sus poemas están influidos por una experiencia de primera mano
del mundo que le rodea y, a menudo, consigue expresar sus vivencias con una
gran simplicidad. Decía que el haiku
es "sencillamente lo que sucede en un lugar y en un momento dado". Hokku de Bashô:
Los
holandeses, también,
arrodillados
ante su señor.
Primavera
a su reinado.
[3] Dos katautas
juntos recibían el nombre de mondoo.
Se trataba de una especie de diálogo entre dos
personajes: el primero formulaba una pregunta y el segundo contestaba.
[4] El tanka
era una canción compuesta por un hokku
(5-7-5) y dos versos de 7 moras cada uno (total 31 moras). A veces intervenían
dos poetas: el primero empezaba y el segundo terminaba. Se relaciona con el waka (en el que no se permite la rima),
que es un concepto más amplio abarcando otras modalidades.
[5] “El pájaro y la flor”. Alianza Editorial, 2011.
[6] La mujer debía permanecer en el hogar sin
importancia en la vida social y política, por lo que en su analfabetismo, creó
símbolos y expresiones no aceptadas en sociedad machista pero que corrían por los
ambientes como subcultura con matices más emotivos y humanos que las
producciones masculinas.
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