Antonio Mayor, segundo de izquierda a derecha. |
I
EL HAIKU: UNA INTENSIDAD BREVE
Para los lectores de poesía
occidentales el haiku es una de las formas poéticas más misteriosas por su
breve intensidad. Esa brevedad límite de su escritura ha de encerrar la esencia
de la realidad, pero lo hace con aroma oriental.
El haiku se ha puesto de moda en
Occidente quizá como reacción ante un modo de vida y una cultura que van
haciéndose cada vez más farragosos y confusos.
La realidad vista por los poetas
del haiku se transforma en un concepto del mundo algo alejado del cartesiano
occidental.
Este concepto está en consonancia
con la filosofía Zen, con el pensamiento de los monjes budistas japoneses, como
vemos en la siguiente anécdota, recontada aquí por Chume:
Un verano de 1686 en Edo, la actual Tokio, capital del Japón. Un hombre
de unos 40 años, con vestiduras de monje budista, recibe en su pequeña vivienda
a dos visitantes. La brisa levanta murmullos en las hojas del plátano que da
sombra junto a un estanque. "¿Qué habla, antes de que la hierba verdease?",
preguntó el más viejo de los visitantes, un maestro de Zen. En ese momento, una
rana saltaba al agua. El hombre vestido de monje no vaciló un instante:
"Una rana salta desde el borde; ruido de agua". Los visitantes
supieron inmediatamente que se trataba de una brillante improvisación que,
según las reglas al uso, necesitaba un primer verso para ser un haiku.
Siguiendo la costumbre de la época, cada uno de los presentes propuso un primer
verso: "Crepúsculo", dijo uno. "En la soledad", dijo otro.
Pero el hombre vestido de monje protestó: "Tratáis el tema muy
parcialmente. Como excepción, voy a proponer yo mismo el primer verso: ¡Oh,
viejo estanque! . Los otros asintieron admirados. Así surgió uno de los haikus
más famosos de la historia literaria de Japón. Quien lo improvisó en ese
momento no era otro que Bashoo, tal vez el poeta japonés más celebrado. Así
quedó el poema, traducido libremente:
"¡Oh, viejo estanque!
Una rana salta desde el borde; ruido de agua" |
Se ha escrito mucho sobre esta breve composición, famosa en la
literatura japonesa. El agua se comenta , representada aquí por el viejo
estanque, despierta un sentimiento de profundidad, eternidad, misterio del
origen inefable de las cosas. En esa continuidad imperturbable que representa
el agua, sólo la acción viva del momento, del ahora: el salto repentino de la
rana, puede hacernos oír, percibir por un instante toda esa silenciosa, ingente
eternidad. Lo sorprendente es que algo tan sencillo y directo pueda ser al
mismo tiempo tan profundo
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