(Continuando el trabajo de Antonio Mayor).
III
La práctica del Zen es
desprenderse de las pasiones y los deseos (en dirección a la muerte, pero deteniéndose ¿cuándo?)
La exigencia del zen tiene como
objeto llegar a la iluminación del espíritu, a la repentina toma de conciencia
de la unidad con el todo. En esa situación anímica, las cosas adquieren una
vida nueva, en medio de una gran paz y alegría. Como en este poema de Basho:
"Un rayo de
eternidad descubro en las hojas caídas de mi jardín"
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Relacionada con esta visión Zen
del mundo es esta reflexión sobre la comprensión instantánea de la emoción en
un haiku: “Un relámpago no se despliega”. En cambio si pliegas un abanico deja
de servir como abanico. Si no lo entiendes de golpe no lo entenderás nunca.
(Aquí “comprensión” debe tomarse en el sentido de “aprendizaje” en la línea de
las teorías de la Gestalt: el aprendizaje se produce al descubrir de golpe las
relaciones entre los elementos de un “campo” o problema)
He aquí otro ejemplo de cómo la
filosofía zen impregna un poema:
“Ichiwa kite Hay un pájaro que ha venido
nakanai tori
de aru” y que no canta
(lo
que no ocurre también puede ser maravilloso)
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