MENDIGO EN EL
HUMO
El poeta es el
sacerdote de lo invisible
WALLACE
STEVENS
Te has sentado en el centro de la
tarde
a escuchar esa luz de oro viejo
que cae lentamente entre los pinos.
Es tiempo de tranvías y hojas secas
exiliadas bajo una misma sombra.
Es el momento exacto del humo y del
umbral,
el aroma secreto en la hora oscura
del sueño y la memoria;
pero nada es igual y tú lo sabes,
ni la torre que se hunde,
ni el niño que muere en brazos de un
adolescente rumoroso.
Hay un hombre pintado en el paisaje.
En sus hombros azules
también la luna traza columnas de
ceniza,
trajes de humo e isla solitaria.
De su ojo decrépito y desnudo
penden clavos y espigas luminosas
mientras él canta y canta nuevamente.
Ahora regresa a casa desde lejos,
como si un río mudo vomitase veneno
en los roperos de cobre del olvido,
como si la lentitud violácea del
andamio maltrecho que es su historia, fuera ese cuerpo que invoca el invierno
que allí fuimos, y que decimos con palabras torpes.
Esta es la noticia de ese miedo.
Muere despacio y nadie le acompaña.
Canta y canta desde un mundo redondo.
Su murmullo es un mar lleno de hojas
que atraviesa el bosque con vocación de savia y de semilla.
Crece el otoño con su hojarasca,
sus heridas, sus cantos, sus
lamentos.
Hacia donde camina no hay caminos.
El jardín está mudo. Silba el viento
la armonía del mundo entre los
sauces.
Las palabras, la lumbre y la memoria,
la caverna donde arden las figuras,
todo pasa debajo de los astros
y se vuelve ceniza cuando tocas:
Buenas
tardes, mendigo de mi alma,
seas
siempre bendito entre estos muros
donde
la luz anida transitoria.
Eres
buena noticia y eres dicha.
Eres
el viento amigo y el otoño.
Dices
la sencillez y el aire del camino,
dices
el viento puro de la carne.
Eres
ángel sin casa y sin nadie
que
canta y canta su temblor eterno.
Eres
templo sereno de la vida.
Bienvenido
a tu casa, vuelve siempre
a
tiempo y a destiempo, misterioso.
Que
tu silencio prenda suavemente
mis
ojos en tu gran paisaje blanco.
Que
tus manos penetren en las mías
con
ese tacto húmedo y salvaje.
Que
tu mirada azul me inunde toda,
que
ahogue mi silencioso corazón.
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