domingo, 23 de abril de 2017

BLAS MUÑOZ EN POETAS EN EL ATENEO

PASADO MAÑANA, MARTES, A LAS 19:30, EN EL SALÓN SOROLLA DEL ATENEO MERCANTIL DE VALENCIA. 
OS ESPERO.

DEJARÉ DE FUMAR MAÑANA

                                               …la oscuridad, como un espejo,
                                               nos devuelve la imagen que le damos

                                                                      Luis García Montero


                                   I

Después de un largo viaje en tren
y el rito acostumbrado de una tarde
que es ya copia de tardes olvidadas,
has recogido un premio, humilde por su importe
apenas suficiente para cubrir los gastos de este día,
y has leído un poema de retórica exacta y calado pequeño,
tras las palabras elogiosas
del concejal del pueblo que suplía al alcalde.

Has cenado, más tarde, ya solo, sin que nadie
compartiera contigo tu cubierto
ni el espacio vacío
de las mesas vacías
del comedor vacío
de este hotel despoblado.

Y ya en tu habitación, apagadas las luces y encendido el insomnio,
has cerrado los ojos como quien cierra un libro de frases malgastadas
mientras el mundo respiraba en el silencio
de un corazón nocturno y desvelado.

Al final, ya cesados los ruidos exteriores,
has abierto, descalzo, la ventana hacia el inmenso patio circular
que el verano, sin luna, no acierta a revelar ante tus ojos
bajo el toldo invisible de las nubes.

Y miras, aun sin verlas, a las otras ventanas
que, enfrente de la tuya, deshabitan la noche
con el silencio oscuro de preguntas
que ninguno te hace aunque tú las respondes.


                                   II

Esta ventana abierta no es espejo,
ni río detenido. No es ojo, ni camino.
Es una pausa ciega en un paréntesis oscuro.

En su antepecho te desplomas
y los brazos extiendes hacia las negras aguas de la palabra herida
donde beben y mueren los caballos alados de la imaginación.

Presientes que algún día compondrás un poema desnudo de artificio
sobre este lugar hueco, sobre este nuevo vértigo
en el que se consuma la defenestración de todos los epítetos convulsos.

Y vuelves a mirar la nada…

La nada que se enciende, al otro lado, de repente. Una llama diminuta.
Un punto luminoso, de repente. Un ascua que se aviva o debilita
sin consumirse, al fin, en cada inhalación.
                                                                       Un semejante.


                                   III

Un semejante. Alguien
que, insomne como tú, acaba de encender
un cigarrillo en su ventana:

una luz sin certeza para nadie de otro nadie que ignora
que comparte su lumbre con tus ojos,
tus ojos que la miran como se mira un faro en un naufragio.

Y aunque a ti te conforta saber que no estás solo,
que hay otra soledad, frente a la tuya,
más desvalida aún por estar sola,
empiezas a sentir que tu mirada, aun oculta y culpable,
es la mirada nueva del que comparte todo si comparte su nada.

Y para darle, pues lo debes, lo mismo que te ofrece,
en la mesilla buscas el último paquete de tabaco,
la cajetilla que en el tren, mientras tosías,
dejaste sin abrir
con el firme deseo de dejar
de fumar para siempre.

Y enciendes, en la noche, una cerilla
mientras piensas de nuevo:

“Dejaré de fumar mañana”.
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viernes, 21 de abril de 2017

BLAS MUÑOZ EN POETAS EN EL ATENEO


TRÍPTICO DE TU AUSENCIA


1.         LA VOZ A TI DEBIDA

                       A mi padre, fallecido en la primavera de 1981.

Dame tu mano, padre. Todavía
se estremece mi voz cuando te nombro.
Ven: desescómbrame de tanto escombro
que aún sepulta la voz que te debía.

Desde tu muerte oscura no escribía,
ya huérfano de ti, sin el asombro
del niño aquel que fui. Pesa en mi hombro
el peso de tu ausencia. Y de la mía.

Dame tu mano, padre, y, mano a mano,
déjame que te diga que te debo
veinticinco veranos de mi vida

después de aquel –sin ti- primer verano.
Ahora escribo por ti, padre, de nuevo:
para darte la voz a ti debida.


2.         EL BOSQUE DE 1949

                       A mi padre, que me llevó a su pueblo, por primera vez,
                       cuando yo tenía cinco años, y él cuarenta y ocho.

Hoy he vuelto a aquel bosque donde estuve
contigo, padre, siendo un niño serio
(un niño de posguerra y cementerio),
para ver si, al volver por donde anduve

cogido de tu mano, la luz sube
como entonces subía, en cautiverio
por el alto ramaje del misterio
hacia el libre milagro de la nube.

Hoy he vuelto a aquel bosque ya lejano
(cuando el miedo me asía de tu mano
y ya no había muertes ni aislamiento)

…y no he encontrado el bosque. Sólo había
el calor de tu mano aún en la mía
y un estéril paisaje de cemento.


3.         LA LUZ OSCURA

                       A mi padre, que se quedó ciego a los 63 años.

Tras la oculta alegría de la nieve
de sus ojos sin luz, la madrugada
era sólo un revuelo en la enramada
de un árbol en la calle, o sólo un leve

movimiento lejano, o alguna breve
conversación ajena y apagada,
mientras iba su mano en la almohada
buscando en cada sueño su relieve.

Después se levantaba, torpemente,
abría en la ventana su clausura
y oraba, viendo el alba interiormente:

¡Ay paloma del aire en los espejos,
guárdanos de la luz que nace oscura!
(Mi frente en su ventana. Y yo muy lejos.)

jueves, 20 de abril de 2017

ENSAYO PARA UN CONCIERTO Y OTROS SONETOS

Estimados amigos:
          Tal como estaba anunciado, tuvo lugar el 18-04-17 a las 19:30 en el Salón Sorolla del Ateneo Mercantil de Valencia, una nueva presentación del ultimo libro de Vicente Barberá.
          El recital fue presentado por Encarna Beltrán, Presidenta de Amigos de la Poesía y el AULA II DE POESÍA DEL ATENEO y mantenido por el insigne poeta Pedro Jesús de la Peña.
          Participaron varios amigos del poeta en la lectura de algunos de sus sonetos pero el reportaje fotográfico no estuvo al mismo nivel. Aportamos aquí tres fotos y un poema elegido por José Enrique (Henry Aliatan) que ni tan siquiera salió en las fotos. Aparte de las gentilmente aportadas por la escritora peruana Elga Reátegui, ya en el muro de Facebook, aparecerán otras.
          Gracias a todos por habernos permitido pasar un rato tan agradable.



MI EQUIPAJE DISPUESTO

Es más fuerte, si es vieja la verde encina;
más bello el sol parece cuando declina;
y esto se infiere porque ama uno la vida cuando se muere.

Rosalía de Castro

me voy y nada espero de divino
mi equipaje dispuesto y mi salida
convenida
la vida ya me tuvo de inquilino

y las larvas cumplieron su destino
crisálidas de lluvia enardecida
amén pues y postrera despedida
de escasos besos que adivino

en la membrana de mi piel
un enjambre de sombras de lápidas cercando mis costillas
y turbias calcinadas polvaredas

amarga hiel
oscura en el volar de las polillas
en arcones repletos de inútiles monedas

(De ENSAYO PARA UN CONCIERTO Y OTROS SONETOS, Olélibros, 2016)

miércoles, 19 de abril de 2017

BLAS MUÑOZ EN POETAS EN EL ATENEO


ESTACIÓN DE TÉRMINO

Días hay con instantes no esperados
donde el afán ajeno se aleja de nosotros
y en la distancia permanece
                                               suspendido.

El eco sólo de una voz,
la luz fugaz de una mirada
o un nombre de sonido indescifrable
reverberan de pronto en la conciencia
y se encienden por dentro
como esos gránulos de polvo
que en la sombra destellan
cuando un rayo de luz los eterniza.

Aquí, en el centro mismo de la prisa,
bajo el metal oscuro de un cielo abovedado,
nada sucede alrededor de mí
mientras sucede.
                             Sólo ahora, como entonces,
en esta indefensión o en ese simulacro
con que otras veces vino a visitarme,
puede herirnos de nuevo el mortecino
fulgor de la memoria,
ese dedo de sal que hurga en la huella
de un dolor, de una ausencia, de un vacío.

Estoy en un andén al que he llegado
sin saber dónde ir, tan a deshora
que podría inventarme algún destino
con la urgencia impostada de quien sabe
que, a mis años, un hombre necesita
creer en un lugar al que llegar
para partir de nuevo hacia el olvido.

Estoy en un andén en el que estuve
silencioso y de pie junto a los míos
cuando aún estaban
cogidos de mi mano
sin poder impedir que se me fueran
cada uno en su tren,
                                   siempre de noche.

Cada uno en su tren, como estas sombras
que por mi lado pasan sin mirarme.

Cada gesto es un nombre,
cada forma de andar, de ceñir la cintura
o de encoger los hombros
es forma de otra forma y es dibujo de un nombre:
disuelta en claridad, cada figura
se subsume en la distancia de mis sueños.

Rehenes de la luz que los recorta
contra una fuga de traviesas y raíles,
hacia su tren caminan los viajeros.
La embocadura ofrece al fondo
un sur de descampados,
un telón de desagüe de vagones y vidas.

Este tren va a partir y yo me quedo
de pie en esta estación
que es término y principio,
de todos los adioses:
lugar que sigue siendo símbolo de la vida,
metáfora del mundo, trasunto de la muerte.

Tal vez aún quede tiempo
para que, de la calle,
saliendo de las sombras, alguien llegue en silencio
y me toque en el hombro,
y me coja la mano como un hijo la coge
y me diga:
                  “No es hora todavía
aunque es muy tarde ya.

                                       Vamos a casa”.

domingo, 16 de abril de 2017

VICENTE BARBERÁ EN EL AULA II DE POESÍA DEL ATENEO MERCANTIL DE VALENCIA

Estimados amigos/as, como ya anuncié hace dos días en este mismo muro, pasado mañana martes, en el Ateneo Mercantil de Valencia, Encarna Beltrán me presenta para hablar y recitar poemas de mi último libro. Es a las 19:30 en el Salón Sorolla y la entrada es libre. Si pasáis por Valencia y os apetece, tendré la agradable ocasión de saludaros. Un fuerte abrazo.
Foto de Pat Foley

PORQUE TE FUISTE

Porque te fuiste, amor, puedo tenerte
en la presencia ausente de la huida,
en la nostalgia de la tarde herida
por un rayo de luz de oscura suerte.

Y no es pena, mi amor, no poder verte.
En su momento fue la despedida
y se quedó mi frágil piel dormida
en la blanca pared de la cruel muerte.

Ha sonado el reloj del desengaño
en un desierto lleno de despojos
donde gimen los sueños de mi aliento.

Hoy fresco queda, amor, un cierto daño:
la lejana dulzura de tus ojos
y el recuerdo que aviva este lamento.

(De ENSAYO PARA UN CONCIERTO Y OTROS SONETOS, Olélibros, 2016)

sábado, 15 de abril de 2017

BLAS MUÑOZ EN POETAS EN EL ATENEO


EL SILENCIO DE DIOS

                                                           Nada hay tan mudo
                                                           como la boca de un dios.

                                                                                 R. M. Rilke

Hay momentos  en la vida en los que es fácil callarse
aunque nadie nos reclame ese gesto generoso
de devolver al silencio, indefensas, las palabras.

Es ya de noche. Las piedras han borrado sus perfiles
y los caminos han huido. Las aguas del río sueñan
pájaros de niebla o nubes de suavidad imposible,
y hay un hálito que ahueca la copa añil de los árboles.

Todo gira en este instante. No pesa el mundo: gravita
alrededor de mi frente. Y me invade la presencia,
al menos, de mi deseo de no estar solo en la noche
y creer que este silencio es la palabra de Dios
dibujada en las estrellas.

                                         Cuando un poeta se calla
las cosas pierden sus nombres, y un árbol ya no es un árbol
ni su sombra es una sombra.
                                               Por eso quiero creer
que en este momento existo porque hay Alguien que en silencio
me nombra –o tal vez me piensa- como yo nombro las cosas.
Alguien que, callado, suena en el rumor de las hojas
de los álamos del río o en la evocación difusa
del camino y de las piedras bajo la noche estrellada.
Alguien que nos piensa –o sueña- hasta que llegue ese día
en que borre de sus labios -o de su sueño- mi nombre
para acogerme de nuevo en su centro silencioso.

(Hoy quiero creer en Dios desde la fe que no tengo.)

Y como si Él me escuchara, como si, al nombrarlo, hiciera
real mi presentimiento, como si con mi palabra
imitara su poder, voy a cantar esta noche,
aunque no crea –pues quiero-, que hoy creo en Dios. Y creo
que en Él estoy, inmerso en Él, como el denso fluir del río
hacia el mar, como las piedras y los surcos del camino
en la noche, en esta noche de prodigioso silencio
y de árboles que por fin son árboles solamente
donde anidan las palabras como pájaros de Dios.