A veces los amigos te deparan sorpresas que alegran el resto del día y muchos siguientes.
Vas a una reunión rutinaria de los jueves con los miembros de EL LIMONERO DE HOMERO y aparece JOSÉ LUIS VILA, gran fotógrafo y amigo, y te entrega dos sobres blancos uno de tamaño mayor que el DIN A-4. Llegas a casa abres el más pequeño y te encuentras con una foto en blanco y negro y la escritura en la base de nombres, recordando un hecho que para mí tiene especial significado: La presentación de mi segundo poemario, ENSAYO PARA UN CONCIERTO Y OTROS SONETOS (Olé Libros, 2016) por ser de sonetos y por estar, gran número de ellos, dedicados a mi querida madre ya fallecida.
Me meto en el ordenador para averiguar dónde se realizó la presentación y me encuentro con una presentación en el Ámbito Cultural del Corte Inglés de la calle Colón, el 31-V-16 en un artículo de opinión de Francisco Ponce, que agradezco desde aquí, publicado en El Vetanuco con fotos de los presentadores del acto Ricardo Bellveser y Mila Villanueva y otros. Vuelvo a mis datos y encuentro que leyeron poemas del libro amigos entrañables y alumnos del Aula de Felicidad: Pascual Casañ, Fernando Peris, Ramón Fernández, Antonio Mayor, Araceli Manrique, Elena Romaguera, Virgilio Fuero (que confeccionó un precioso vídeo que acompaño), Elga Reátegui, José Enrique Gutiérrez y María Teresa Espasa.
La foto de JOSÉ LUIS es para mí muy entrañable por recordarme otra presentación realizada en FNAC el 11 de abril de 2017 con la participación de los poetas señalados.
(A la foto de José Luis le acompaña un vídeo de Virgilio Fuero)
INVIERNO DE UNA VIDA
Que les quiten los pañuelos a las madres.
León Felipe
Las risas que se escuchan en la calle
hoy pesan como plomo en mi costado.
Mi madre sigue hablando. Sus palabras
se pierden en el hueco de las horas
y es hablar por hablar lo que ella hace
porque no hay luz en sus palabras hueras.
En su mente no hay lindes ni texturas
y la niebla no puede atravesar.
Cuántas noches marchitas han pasado
y han dejado en su pecho la tristeza.
Cuántos llantos regaron sus mejillas
y secaron su fuente de alegría.
Ha empezado el invierno de su aliento
para morir, ausente, en un suspiro.
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