Cinco poemas de
LOS REFLEJOS DEL AGUA (Olé Libros, 2024)
ABISMO DE TINIEBLA
Piel del aire que ciñe las palabras
de dulce transparencia incomprensible
cuando amanece el alba entre las nubes
coloreadas de blanca primavera.
Aire que se diluye en nuestro pecho
y alienta las miradas de los pájaros
como una mariposa taciturna
que abraza la alborada con sus alas.
No hay soledad ni abismos imposibles,
los labios no conocen los secretos
que esconde el viento en su veloz partida.
Porque morir no es solo claudicar
más allá de la luz del horizonte
donde el mar es abismo de tiniebla.
EL ROSTRO DE LA NOCHE
1
no es en balde el aliento de la sombra
sobre el rostro imprevisto de la noche
que termina en la boca de la hiena
ven a mi casa con tus besos
sentirás el perfume del dolor
en la pared hostil de tanto luto
de tanto negro y tantos gritos
no será como siempre
el hollín del calor acumulado
presentirá el sudor y el desespero
del duelo en el camino
porque el reloj de arena
con su ácido cristal
hostigará los tiempos y toda incertidumbre
ELECCIÓN
No me podrá salvar la muerte.
Ni la vida.
PRONTO ME OLVIDARÁS
Pronto me olvidarás completamente.
Pronto todo el amor que me tenías
perderá intensidad y su sentido.
Yo quedaré sellado y sin abrir
como un libro de versos registrado
en una biblioteca de suburbio
donde pocos lectores se entretienen.
Mis amigos también me olvidarán;
no sé si en el desván del desvarío
las lepismas vendrán a visitarme.
Y a ti también te olvidarán muy pronto.
Antepondrán las fiestas, los problemas
del vecino, los chismes de la viuda
de la esquina, el perfume de Chanel,
las tediosas eróticas películas
de Almodóvar, el triste despertar
de las gaviotas, su graznar rabioso.
Todo eso y mucho más, amiga mía,
antepondrá la gente a tu memoria.
Y también a la mía, bien lo sé.
¿Por qué, pues, tanto encono en olvidarme?
¿Nuevamente, por qué no nos citamos
y dedicamos tiempo, solo un poco,
a burlarnos de nuestros desamores
con un poco de ron en cada verso?
RECUERDO EL SUAVE GOLPE DE TU ROPA
Recuerdo el suave golpe de tu ropa,
todas las piezas, una a una,
caer sobre el sofá que aguardaba en silencio
muy cerca de la cama:
tu sostén,
tus enaguas,
tus pantis lentamente deslizados,
aretes y el perfume embriagador
de tu lujuria.
Miré tu desnudez con obscena mirada
bajo la oscura luz
desde el cielo del techo.
Sonaba en el ambiente Un soave non so che.
Tus senos al moverse
marcaban el vaivén del pentagrama.
Venías sin premuras
provocando las olas
con brasas en los ojos
y pavesas ardientes.
Y no estaba soñando.
De pronto una sirena sonó con estridencia
y alborotó la alcoba,
rompió todo el hechizo.
La lluvia acarició
el ocioso cristal de la ventana.
Me levanté y me fui sin despedirme.
Pudo más el recuerdo de una embriagante tarde,
otra cita,
otra lluvia,
un trueno en Nueva York.
Eran las doce de la noche
mi amada Cenicienta me esperaba
en el castillo imaginario
del Príncipe Ramiro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario