sábado, 4 de julio de 2020

VICENTE BARBERÁ ALBALAT: VERÁS, MI AMOR-V

Creo que estamos entrando en un mundo robotizado que poco a poco se apoderará de la humanidad, de nuestras costumbres y deseos más íntimos. Dificultar o controlar los lugares de socialización y encuentro puede dar al traste con la actual civilización. Y eso ya se ha predicho en algunas distopías. La eliminación de los sentimientos como paso inmediato nos convertirá en seres insensibles y programados: no seremos capaces de disfrutar de nuestros sentimientos, de los efluvios del arte...
     Escribe A. Huxley en la novela Contrapunto: "el amor puede transformar el deseo físico en espiritual; tiene el poder mágico de convertir el cuerpo en alma pura..." Y en esa pureza del alma, añado yo, puede confundir a Dios con el máximo amor y hacer que se extienda y concentre al mismo tiempo en un ser ideal que se concreta en un momento o circunstancia adecuada, en producto de sensaciones y sentimientos personales. La poesía, el arte en general, puede transportarnos a ese momento y a ese lugar inexistente y elevar ese amor a todas las cosas que existen en nuestras vidas. Es el gozo espiritual anhelado y conseguido cuando el AMOR, en mayúscula, adorna nuestra vida. Es como un don que alguien nos regala y nos hace ver la "rambla" como una metáfora de esa fusión espiritual que nos eleva y reconforta.


V
…Los seres de la rambla,
ocultos o en el aire,
juegan entre las flores
o nadan en las charcas.
Viven cumpliendo los mandatos
de ese ser inasible
que nunca ha visto nadie,
que consiente u ordena
el ritmo de las olas y del tiempo,
el crujir de la roca
y el volar de una abeja que se acerca
y zumba sobre mí.
Todo sigue un compás desconocido,
como de muerte,
y el concierto es extraño.
Su música entorpece mis silencios
por su poder sagrado y ancestral.
Nada puede alterar su pentagrama.
Todas las luces y las sombras
son obra de ese ser incomprensible
que ordena que los días amanezcan,
que las nubes no lloren en verano
o altera el calendario de las risas
haciendo que los miedos aparezcan,
porque todas las cosas, todas,
han de pedir permiso, sin saberlo,
para que abra la puerta del misterio
y haga entender hasta a las piedras
que el veloz vuelo del vencejo
pueda alterar la vida de la rambla.

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