domingo, 2 de agosto de 2020

VICENTE BARBERÁ ALBALAT: PUEBLO SECO

(Foto de José Luis Vila)

 Queridos amigos:

En este mes de agosto tan canicular en el que apenas puedes salir a la calle por culpa de la Covid-19 y por el sol que te asa sin contemplaciones al menor descuido —especialmente si tenemos la piel atópica— me viene a la memoria mi infancia. En aquellos tiempos el mes de agosto era el de las vacaciones para los que estudiábamos en la capital, y el pueblo de nuestros padres el lugar en donde disfrutar del verano. Los juegos, los primeros escarceos amorosos, la siega y batre en la era y aquellos atardeceres a la fresca... Qué tiempo que ya solo podemos vivir en el recuerdo.
            Os deseo que lo podáis rememorar a los que lo habéis vivido y a los que no, a todos, que paséis un agosto —que parece más caluroso a medida que avanzan los años— lleno de buenas sorpresas y con vuestros seres más queridos. Que disfrutéis de la vida con la familia y amigos, que es lo mejor que tenemos para aprovechar la que nos queda.
            Un fuerte abrazo.


PUEBLO SECO

Hoy es un día oculto de tu vida.
Cesar Simón

Pueblo seco. Tu noche oscura y rota.
Tu amanecer de blanco enjalbegado,
de jazmines, sin mácula de sombra.
Tus cornisas, aquí y allá, se escapan
sobre el aire tan limpio. De lejos, tus tejados,
y, al viento, las cortinas prístinas del baladre
que en la rambla creció con amaneceres tibios.

Y es ligero el cercano perfume
de la brisa del monte,
de las flores del olmo cuando vuelan
libres sobre el tomillo de cárdenos colores.
Y la liviandad de la amapola
en su libre ascender sobre la espiga,
en su aspirar a ser soplo de viento.

Y ahora, zarzamora, hierba buena,
poleo, hiedra, aliaga, té de monte
amalgama de formas que resurgen
en tantas olorosas primaveras.
Más allá, los olivos
y los pinos con cantos de chicharra
en el calor del día.

Y ese arrebol de la vida en las mejillas
de los niños que corren entre piedras
y recogen el sol en sus miradas.
Luego, en agosto, por la tarde
a la fresca jugando, y la gente sentada
en una silla vieja, como escultura ausente,
bajo la luna oscura de una noche
por el canto del grillo siempre rota.

(Vicente Barberá Albalat, en De amor y sombras, Páginacero ediciones, 2014)

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