Ignorábamos que:
vivir no es solo respirar.
Tuvimos que aprender
a reír y a olvidar.
La fuerza del instinto
tuvimos que aceptar.
Llegaron nuevos mundos con sus vicios ocultos,
y así,
alguna vez,
según sonaran las campanas,
encendido el badajo,
contenida la ira,
teníamos que hallar lo cierto y lo ilusorio,
lo oculto y lo prohibido
llenando la conciencia de dudas y contrarios.
Aquellos años viejos
de nuestra juventud
se alimentaron siempre de nuestras fantasías.
¡Adiós mi fantasía¡
¡Adiós, querida compañera,
amada mía!
Me voy no sé adónde,
Ni a qué fortuna o si alguna vez te volveré a ver,
Así pues, adiós, mi Fantasía.
Hoy, todo más tranquilo,
sentamos en un banco nuestros cuerpos
y oteamos,
a lo lejos,
el blandoazul de mar en su horizonte.
Notas: 1.- El fragmento en cursiva es de Walt Whitman en Hojas de hierba, Millenium, 1999, p. 119.
2.- La composición fotográfica es de José Luis Vila.
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