viernes, 14 de noviembre de 2014

POESÍA JAPONESA III

Estimados lectores y amigos. Vamos a iniciar un excelente trabajo de Antonio Mayor Sánchez "troceado" para facilitar la lectura. Espero sea de vuestro agrado.
Antonio Mayor, segundo de izquierda a derecha.
I

EL HAIKU: UNA INTENSIDAD BREVE

Para los lectores de poesía occidentales el haiku es una de las formas poéticas más misteriosas por su breve intensidad. Esa brevedad límite de su escritura ha de encerrar la esencia de la realidad, pero lo hace con aroma oriental.
El haiku se ha puesto de moda en Occidente quizá como reacción ante un modo de vida y una cultura que van haciéndose cada vez más farragosos y confusos.
La realidad vista por los poetas del haiku se transforma en un concepto del mundo algo alejado del cartesiano occidental.
Este concepto está en consonancia con la filosofía Zen, con el pensamiento de los monjes budistas japoneses, como vemos en la siguiente anécdota, recontada aquí por Chume:

Un verano de 1686 en Edo, la actual Tokio, capital del Japón. Un hombre de unos 40 años, con vestiduras de monje budista, recibe en su pequeña vivienda a dos visitantes. La brisa levanta murmullos en las hojas del plátano que da sombra junto a un estanque. "¿Qué habla, antes de que la hierba verdease?", preguntó el más viejo de los visitantes, un maestro de Zen. En ese momento, una rana saltaba al agua. El hombre vestido de monje no vaciló un instante: "Una rana salta desde el borde; ruido de agua". Los visitantes supieron inmediatamente que se trataba de una brillante improvisación que, según las reglas al uso, necesitaba un primer verso para ser un haiku. Siguiendo la costumbre de la época, cada uno de los presentes propuso un primer verso: "Crepúsculo", dijo uno. "En la soledad", dijo otro. Pero el hombre vestido de monje protestó: "Tratáis el tema muy parcialmente. Como excepción, voy a proponer yo mismo el primer verso: ¡Oh, viejo estanque! . Los otros asintieron admirados. Así surgió uno de los haikus más famosos de la historia literaria de Japón. Quien lo improvisó en ese momento no era otro que Bashoo, tal vez el poeta japonés más celebrado. Así quedó el poema, traducido libremente:

"¡Oh, viejo estanque!
Una rana salta desde el borde;
ruido de agua"

Se ha escrito mucho sobre esta breve composición, famosa en la literatura japonesa. El agua se comenta , representada aquí por el viejo estanque, despierta un sentimiento de profundidad, eternidad, misterio del origen inefable de las cosas. En esa continuidad imperturbable que representa el agua, sólo la acción viva del momento, del ahora: el salto repentino de la rana, puede hacernos oír, percibir por un instante toda esa silenciosa, ingente eternidad. Lo sorprendente es que algo tan sencillo y directo pueda ser al mismo tiempo tan profundo


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