lunes, 14 de enero de 2019

PEDRO J. DE LA PEÑA: PASIÓN Y MUERTE DE LOS ROMANOV


 
CONFERENCIA 
"ZARISMO & COMUNISMO Y LA RUSIA ACTUAL"
 POR PEDRO J. DE LA PEÑA
CONFERENCIA  Y PRESENTACIÓN DE LIBRO: Pasión y muerte de los Romanov
Miércoles, 16 enero de 2019, a las 19.30 en el CASINO DE AGRICULTURA DE VALENCIA, C/Comedias, 12, 46003 VALENCIA 
RUSIA DE LOS ZARES
Desde el reinado de Pedro I El Grande hasta la desaparición del zarismo hubo grandes zares que hicieron crecer a Rusia y algunas etapas de tiranía y malestar.
Pero si entráramos en la etapa última del zarismo vemos que el legado que se dejó fue benéfico, aunque pasara por algunas situaciones desagradables. Nicolás I por ejemplo fue un zar autócrata que gobernó Rusia desde 1825 pero tuvo que sofocar la insurrección de los decembristas que se rebelaron contra él por su desacuerdo con los aristócratas. Las tropas del zar los atacaron y mataron y por ello existe una plaza de los decembristas que recuerda a aquellos insurgentes que fueron ejecutados.
El zar cambió la legislación en 1830 y participó en la guerra contra Turquía derrotando a la marina turca en Navarino, y finalmente se ganó la admiración de su pueblo con la conquista de Crimea en cuya guerra participó el gran escritor Lev Tolstoi.
Rusia quería ser grande pero tuvo también algunos momentos de debilidad política. Por eso en 1867 los rusos tuvieron que vender sus posesiones de Alaska a los EEUU y abandonaron por completo su expansión hacia occidente para abrirse a las fronteras orientales.
Las distintas guerras tuvieron desiguales resultados y en el año 1861 el zar Alejandro fue asesinado por unos terroristas enemigos de la política del zar. Ello provocó el inicio de una maravillosa iglesia a la que se denominó “El precio de la sangre” y que figura como uno de los grandes monumentos de San Petersburgo. Curiosamente el motivo de su muerte era que el zar había prohibido la esclavitud que practicaba la nobleza y se supone que fueron los propios terratenientes quienes estuvieron detrás de este atentado.
Alejandro III volvió a la guerra exterior, derrotó a los afganos y expandió los territorios rusos de oriente. Participó también en la búsqueda de una expansión marina que permitiera a la flota rusa avanzar hacia Europa pero no tuvo fortuna en ese intento. En 1894 murió en su magnífico palacio de Lavidia.
Su hijo Nicolás II tuvo el mérito de iniciar la construcción del ferrocarril que logró convertir a Rusia en una potencia europea de carácter moderno, llegando a ocupar la plaza de Port Arthur y expandiéndose por el oriente de Europa. Desdichadamente para los rusos, en 1905 perdieron la guerra contra Japón y la marina quedó destruida sin llegarse a reponer posteriormente.
Nicolás II abrió las puertas de la democracia y aceptó la Duma como instrumento de las discusiones de los distintos partidos políticos, entre los cuales estaba el llamado Partido Demócrata que acabó convirtiéndose en el Partido Comunista a la llegada de Lenin al poder.
Puede decirse que el reinado de Nicolás II fue aceptable y feliz hasta que en 1914  declaró la guerra a Alemania convencido de la superioridad del ejército ruso en número de soldados.
Las guerras no se ganan por el número de soldados sino por la potencia de los ejércitos y la dirección de los mismos. En esos dos asuntos los alemanes, mucho mejor preparados que los rusos logaron importantes victorias que desprestigiaron al zar.
El nacimiento de una gran respuesta contra las decisiones del zar y sus militares causaron la muerte de cientos de miles de rusos y Nicolás II salió desprestigiado de aquellas derrotas al haber él asumido el mando del ejército.
Tras ello llegó la revolución.

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