JOSÉ LUIS GARCÍA HERRERA
No recuerdo cómo fue pese al poco tiempo transcurrido. Hace unos
dos meses me enteré casualmente de unos premios de poesía no sé si en Almazora
o Villarreal y que un premiado era un tal José Luis García Herrera. Lo vi, creo,
en Internet y me resultó curioso tal vez porque soy de Castellón, y Almazora y
Villarreal tienen para mí connotaciones especiales. En el hospital de
Villarreal, llamado de la Plana, falleció mi madre casi centenaria hace unos
pocos años. Total que se me ocurrió buscar al autor en Wikipedia y me quedé
asombrado por la cantidad de libros publicados y de premios obtenidos: unos 30.
Y cuando vi sus datos compruebo que es un poeta joven. No sé cómo conseguí su
correo y se me ocurrió felicitarle por el premio obtenido y me contestó. No
suelo hacerlo, pero lo comenté con mis amigos de EL LIMONERO DE HOMERO y resultaba
que Blas lo conocía y que incluso le había prologado un libro. Me pareció una
casualidad. Resulta que en la respuesta a mi felicitación me ofrece un libro.
Acepto y me remite dos: La semilla del
óxido, Premio Miguel Hernández de la Comunidad Valenciana 2017, y El lento abandono de la luz en la sombra,
XXIII Premio Otoño-Villa de Chiva 2013. Dos joyas que le agradezco
infinitamente. Ya estoy en la segunda lectura y su poesía me ha resultado
sumamente interesante por su calidad, sus metáforas, su estilo y ese mensaje
subliminal que debe tener el arte para captar tus sentimientos y hacerte gozar
en este caso de su lectura. Son dos libros dedicados que guardaré en mi
biblioteca poética que últimamente se me está quedando pequeña.
José Luis es un
poeta distinto y su poesía es un continuo mensaje que en el caso de los dos
libros citados parte de una de una reflexión sobre la vida como camino y
angustia hacia la noche definitiva en la que todos habitaremos el mundo de la
nada. Dejar alguna huella puede ser una solución aunque probablemente no sirva.
Abandonándome a
mis sensaciones y siguiendo al pie de la letra algunos de los versos de José
Luis sabemos que el poeta cree que la noche llega para hablar de la muerte y
que escribe para atrapar su nombre entre las páginas como recurso a no perder poemas
escritos en el frío y en el silencio. Todo está escrito en los pasillos de la
sangre y la vida se va como arena de mar que ahoga con sus olas teñidas de
gritos y lamentos. El día será corto porque duele la ausencia del sol que
invade la memoria del olvido y el poeta es un huésped más de las tinieblas. La
noche y su silencio son las palabras
hundidas en el mar de los adioses. La vida no será sin que tú vivas y así
escribe en el apeadero de los sueños rotos para no morir en los amaneceres de
la nada, de una vida sobre el páramo agreste de todos los silencios. Dios
desgarras las cinchas de la carne. En la memoria del poeta muere y a Dios le
pide todo menos la ausencia. Un sueño que solo existe en las cartas que nunca
escribió.
Por fin, la
inmortalidad llegará sobre los páramos de un papel cualquiera que es una
necesidad y un privilegio y así será inmortal porque sus poemas resonarán de
boca en boca y viajarán sobre el aliento del viento para siempre.
Unos poemas en versos
y otros en prosa poética en un alarde de adjetivación creativa y eficiente que
trasciende. La enhorabuena.
CARBÓN (poema de José Luis)
Existe el carbón bajo las espigas. El llanto negro de la niña
ciega me persigue. En su tristeza esconde la luz el mar de mis miserias. Dejé
en sus manos un pedazo de chocolate y una onza de misericordia. Corrí hacia el
final de la calle para oírla. Huí como el cobarde que teme rendirse ante el
dolor ajeno. Ella sigue llorando sobre las flores de la noche. Yo sigo
envileciéndome bajo el manto de todas mis derrotas. Mi corazón amanece oscuro
bajo el temblor de sus labios pronunciando mi nombre contra le viento negro de
las despedidas. Existe el carbón. Como el invierno.
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