Muchachos que vuelan
A Noneta
El cielo de la tarde se ha poblado
de
muchachos que vuelan.
Tienen
alas añiles, doradas, escarlatas.
Finos
hilos irradian sus brazos extendidos.
Transfigurados
en la luz sus cuerpos
ascienden,
se entrecruzan,
descienden
hondamente y se remontan
lentísimos
de nuevo.
Suspendidos
se quedan en la tarde.
Viejo
sueño olvidado.
Giran.
Viran.
Flotan
sobre los picos, sobre el valle.
Se filtran
por entre
los cedazos azules del espacio
enhebrados
en nítidas agujas.
Se
deslizan por rampas de luz viva,
por lentos
toboganes de aire dulce.
Suben.
Flotan. O sueñan.
Negras alas de buitres como sombras
elevadas
les rondan.
Pero
siguen felices, impávidos, volando.
Círculos y
espirales les levantan.
Altos van
y se pierden en la altura,
se funden
en la blanca luz del cielo.
Con ellos vuela todo lo que fuiste,
tu cumbre
ambicionada,
tus
abismos.
Con ellos
vas, tú eres
el que
gira más alto
soñándose
en el vuelo.
(de “Animales impuros”)
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