Pájaro de mi
espanto
Pájaro de mi espanto,
ruiseñor peregrino del asombro,
deja tu migración por un instante,
abandona tu errancia sin motivo,
vuelve tus alas en el aire
inhóspito,
y encamina tu rumbo hasta el país
de la clarividencia permanente,
ese fatal paisaje sin excusas
de estar por siempre insomne.
Pájaro de mi espanto,
ruiseñor delicado de mi
desasosiego,
planea grácil sobre el hosco
mundo,
y pósate después en esa rama
que el árbol de certezas aún
guarda para ti.
Tú no ignoras, pájaro del delirio,
con tu sabiduría atroz de
realidad,
que estar con vida es un débil
ensueño,
una luz fantasmal que se extingue
en la noche.
Tú no ignoras, inconsolable
pájaro,
que el sol se apagará y el
universo
será una estepa helada sin
conciencia de estepa,
sin memoria del sol ni su desmayo,
sin pájaro que vuele inconsolable.
Por eso quiero ahora, pájaro
melancólico,
que entones la canción del
sinsentido,
y que tu trino suene, diminuto,
en un instante de pureza eterna,
como una acción de gracias
absoluta;
que tu gorjeo sea una plegaria
para el próximo dios del
desconcierto,
un himno ejecutado a cuenta de la
nada,
un arrebato de esplendor casual
que se propague a todos los
rincones,
y que celebre en su perfecto
escándalo
las ruinas ateridas del futuro.
Así que olvida ya tus extravíos,
cálida criatura de congoja,
ruiseñor de mi alma vagabunda,
pájaro del espanto.
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