jueves, 6 de octubre de 2016

CARLOS MARZAL EN POETAS EN EL ATENEO





Resurrección

De entre todos los mitos que ha forjado
el invencible espíritu del hombre,
para sentir orgullo contra el frío
y tolerar su noche en esperanza,
el relato sin duda más sublime,
la fábula mejor jamás urdida,
es el anhelo mágico de la resurrección.

Si una leyenda debe contener
la esencia de la tribu que supo propagarla
(esa inquietud sin fin,
                                   la determinación inconquistable
de no rendirse nunca a lo evidente),
si debe descifrar en poesía
las adivinaciones más oscuras,
los designios más hondos con que la humanidad
trata de comprender lo incomprensible,
con la resurrección de entre los muertos
andamos sobre el filo de la navaja abierta,
hemos tocado el centro de la herida.

Nada promete tanto, nadie ha dicho
con una insensatez más arriesgada
tanta pasión de ser a cualquier precio.
Que se nos restituya a nuestra carne,
que se nos vivifique desde el polvo,
y que se nos arranque de las sombras.

Nuestra arrogancia debe mirar a las alturas,
consumirse en grandeza
por su descabellado pensamiento.
¿Tal vez es más difícil regresar que haber sido?
¿Acaso la enigmática caída en este mundo
es menos portentosa que la hipótesis
de volver a encontrarnos con nosotros?

Puestos a suponer, el único consuelo
consiste en apuntar a lo imposible,
consiste en apostar
                                     por lo absoluto.

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