Mientras ocupas de aposento el
agua,
y en el amor del agua te abandonas
a tu despreocupada travesía,
como la pompa de un jabón
quimérico,
sin memoria de ti ni de este
mundo,
perteneces al mundo en su memoria,
porque en la tierra firme alguien
te sueña.
En germen, y ya en marcha,
en esbozo, y ya en obra,
mientras
duermes
en el conjetural jardín de la
inocencia
y al egoísmo del vivir te aplicas,
eres la historia entera de los
hombres,
metáfora de todo en lo increado,
ascua de certidumbre en lo
imposible.
Has negado la nada, aun siendo
nadie,
has abrazado el ser, sin ser tú
mismo;
en la fragilidad de tu letargo
se gesta, inquebrantable, nuestro
orgullo,
nuestro destino en pie,
nuestra disposición a las alturas.
Al mecerte
en tu oquedad marítima, no intuyes
de qué indómita herencia ya eres
dueño,
de qué furiosa raza formas parte.
Algo
que desconoces te ha forjado
alegre en el dolor, sabia en la
noche,
criatura fluvial,
allá
en tu limbo.
(Carlos Marzal)
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