martes, 9 de mayo de 2017

"PRIMAVERA DE LA NOCHE", DE RICARDO BELLVESER

Ricardo Bellveser, polifacético escritor y persona admirable, acaba de publicar un poemario titulado PRIMAVERA DE LA NOCHE. Antes de ser dado a conocer en la librería Ramón Llull, de Valencia, ya publiqué en mi blog de poesía, escaneado, su poema “El camino”, que no tiene ninguna connotación religiosa.
            Es un libro que puede leerse en una sentada y permite disfrutar recordando verdades universales o sucesos y experiencias ordinarios de la vida de los seres humanos de cualquier latitud, tendencia o aspiración. Pero la primera lectura te deja insatisfecho. Al cerrar el libro, te quedas como con ganas de continuar, así que no tienes más remedio que abrirlo de nuevo o, mejor, dejarlo reposar, porque sabes que al retomarlo y leerlo sin prisas, teniéndolo cerca aunque no sea preciso en el bolsillo, como dice Georges Duhamel, te aportará dulzura y poesía, amén de motivos de serena reflexión.
            Además, en mi caso, me ha servido para aprender una palabra más: anancástico (el último poema del libro). He de confesar que no la conocía y que no me han servido mis diccionarios habituales. He tenido que acudir al de Psicología en el que se define anancastia como neurosis compulsiva.
            El poema que transcribo aquí –LA LUZ- es uno de mis preferidos. Es el número  XXI del libro y tiene una segunda parte, tan hermosa como esta, titulada LA SOMBRA. Espero y deseo que disfrutéis con su lectura.

Ricardo Bellveser, tercero de derecha a izquierda (foto de José Luis Vila)

La luz
                                               Perquè per tornar a naixer necessiteu morir
                                                                                                       J. Salvat P.

La luz nos espera donde todo acaba,
al pie del lecho en el que agonizamos, 
porque es la ruta que nos ha de conducir
de la muerte a la razón, a la inteligencia,
quizá a la vida de nuevo, quién sabe,
nos llevará a una estancia poblada
por las palabras que desean habitarla.
Las palabras tienen su propia existencia,
un día nacen titubeantes y al poco
se fortalecen, se hacen jóvenes,
se vuelven útiles, expresivas y flexibles.

Luego, no sé cuándo pero sucede,
se endurecen de tan manoseadas,
se oscurecen, van dejándose el brillo
por los libros, las historias, las promesas,
las explicaciones, los susurros, las mentiras,
y finalmente se malinterpretan,
burlan la lógica, se tornan artificios
y sus vestidos devienen harapos
que apenas significan jirones de nada.

La luz y las palabras se acechan desconfiadas
porque el vivir fecunda traslúcidos velos
que enturbian la explicación de la vida,
y emborronan el sentido que quizá tuvieron.
Sospecho de la luz, de su existencia
quiero decir, aunque, ––soy sincero––,
la intuyo como si cuando llegue el ocaso
ella fuera a ser mi único camino de regreso.
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