viernes, 7 de septiembre de 2018

VICENTE BARBERÁ EN EL CAFÉ COMERCIAL DE MADRID

Flor en el agua (Lastura, 2018)

Introducción (III)

Templo Sensoji en Tokio
II.- HAIKU

Recuerdo la anécdota de un recital en APRJUV (Asociación de Profesores Jubilados de la Universidad de Valencia) en el que un asistente le preguntó a la poeta por qué no leía los haikus al mismo tiempo que los presentaba en la pantalla. Le contestó: «Los haikus están hechos para leerlos interiormente en un espacio tranquilo y sosegado». Es como si se tratara de meditar cuando en la tradición budista se acude a los mantras como compendio de compasión y sabiduría. (Así Om mani padme hum, La joya del loto).
Sería preciso adentrarse en la cultura y tradición japonesa para intentar entender este tipo de manifestación poética de un pueblo tan respetuoso con sus mayores, con el valor de la jerarquía tan arraigado (samuráis) y con convicciones religiosas tan específicas.
Para Kazuaqui Ura y Pau Marqués (Seixanta-un haikus per a les quatre estacions. L’Aljamia, 2006) el haiku es «una composición poética breve, que combina la musicalidad del verso con la caligrafía». Se trata de crear una armonía entre el texto y la grafía, de manera gráfica, como una fotografía.
Pero, obviamente, no es solo eso. Hace falta penetrar en el sentido de la vida del pueblo japonés, tan suigenérico como atractivo para un occidental. Se trata del aware (consciencia, emoción, asombro), algo así como «El sentimiento profundo que nos embarga al contemplar una hermosa mañana de primavera, y también la tristeza que nos sobrecoge, al mirar un atardecer otoñal. Pero, ante todo es un sentimiento de delicada melancolía que puede derivar en una profunda tristeza al sentir hondamente la belleza caduca de todos los seres de la naturaleza», según Salvatore Vinyatti.
            Para algunos, su origen se remonta al siglo XVI, dentro de los monasterios zen, pero Matsuo Basho (Ueno, 1644 - Osaka, 1694) lo popularizó. Fue el poeta más famoso del periodo Edo, de Japón, reconocido por su obra el Haikai no renga —breves poemas encadenados como forma tradicional de poesía japonesa—. Es uno de los cuatro maestros del haiku con renombre internacional. Cultivó y consolidó el haiku con un estilo sencillo y con un componente espiritual. Muchos de sus poemas se encuentran en lugares y monumentos destacados de Japón. Empezó de muy joven y se integró en la élite intelectual japonesa llegando a ser una personalidad literaria, a la que, no obstante, renunció prefiriendo la vida monástica. Fue un gran viajero e investigador de las fuentes poéticas del Japón. Dice: «No sigo el camino de los antiguos, busco lo que ellos buscaron». Pretende expresar con nuevos medios el mismo sentimiento concentrado de la gran poesía clásica. Sus poemas están influidos por una experiencia de primera mano del mundo que le rodea y, a menudo, consigue expresar sus vivencias con una gran simplicidad. El haiku, para él es «sencillamente lo que sucede en un lugar y en un momento dado». Son innumerables los poetas de ambos sexos que siguieron sus enseñanzas.

HAIKUS

10

Calor y moscas.
Un campesino avienta
con una pala.


11
Pétalos muertos.
El viento de poniente
sobre un geranio.


12
Kioto en verano.
La chicharra en el césped
de Nijo-jo.


13
Nieve de otoño.
Dobladas por el peso
caen las hojas.


14
Se abren las puertas
del Jardín Imperial.
El viento ulula.


15
Sol en la charca.
Superficie brillante,
hojas flotando.

(Vicente Barberá Albalat)

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