domingo, 16 de septiembre de 2018

VICENTE BARBERÁ EN EL CAFÉ COMERCIAL DE MADRID (GLORIETA DE BILBAO, 7), EL 19-09-18 A LAS 19:30

Flor en el agua (Lastura, 2018)

Introducción V

En un taxi adornado camino de Tokio desde el aeropuerto (70 kilómetros


En torno al siglo VIII
tuvo lugar una invasión china con una cultura muy avanzada importando el budismo, el confucianismo y el tao que, sobre las creencias oriundas, dio lugar al desarrollo del sintoísmo (hoy segunda religión después del budismo japonés) que pasó a ser la religión imperial, adoradora de deidades de la naturaleza, del cielo y de la tierra, así como a los antepasados (animismo) que solían despedir con un poema corto para que no perjudicaran a los vivos. Hay varias escuelas y un gran número de deidades.
En el transcurso del siglo XIX, los hokku (primera parte de un tanka), pasaron a denominarse haiku por iniciativa del poeta Masaoka Shiki (1867-1902) que los divulgó a través de su revista literaria Hototogisu y, en el siglo XX, comenzaron a publicarse en el resto del mundo.
Se considera a Reginald Horace Blyth (1898 - 1964) el introductor de la poesía japonesa en el ámbito anglosajón. Define los haikus como «una mera nada, pero inolvidablemente significativa».
En la introducción de Benedetti en su libro Rincón de Haikus, hace una interesante referencia a cómo el haiku se fue introduciendo en el ámbito de la América Latina.
El haiku, en definitiva, es un poema breve, en general de diecisiete sílabas dispuestas en tres versos de 5/7/5 sílabas o moras. Hay que tener en cuenta que el concepto de sílaba en japonés (mora u onji) no coincide con el sentido que tiene en español, Se trata de un golpe de voz que no siempre recae sobre vocales. Por ejemplo la palabra japonesa sensei suena como cuatro sílabas (se-n-se-i) y no como dos que tendría en español. Además, el tono (variación fonética de una sílaba), es diferente entre estos idiomas.
En el haiku ninguna palabra es más importante que otra, ya que las palabras resuenan por sí mismas juntas como un hechizo. El lector tiene la libertad total para captar las sugerencias y reinventar el sentido de lo que ha leído. Se yuxtaponen dos ideas o imágenes separadas por un kireji o término separador.
Para Vicente Haya (Verdades y mentiras de la traducción y publicación del haiku japonés en castellano) el haiku es una vía espiritual para entrenar el yo en el despertar de los sentidos, hacia el desprendimiento, la autenticidad, así como eliminar su vanidad y no caer en la tentación de incluirse en el poema. Es «una estrofa que pretende captar los asombros del ser humano». Para Rubio (El pájaro y la flor. Alianza Editorial, 2011, p. 23.) es el bonsái de la literatura y «representa la contribución japonesa más destacada a la literatura poética universal, en parte tal vez por el desafío que supone conseguir el máximo efecto con el mínimo de recursos». Para mi buen amigo Antonio Mayor (En un interesante artículo titulado: el haiku: una intensidad breve) «es una de las formas poéticas más misteriosas por su breve intensidad. Esa brevedad límite de su escritura ha de encerrar la esencia de la realidad, pero lo hace con aroma oriental». Ura y Marqués (Ura, Kazuaki y Marqués Pau: Seixanta-un haikus per a les quatre estacions. Llibres de L’Aljamia, 2006.) lo definen como una composición poética breve, que combina la musicalidad del verso con la caligrafía. Pretende crear un espacio textual armónico, una simbiosis entre el texto y la grafía… En El árbol de los haikus, de Albert Liebermann, hay una Pequeña historia del haiku muy concentrada y significativa. Considera que el haiku es «La más preciada forma poética japonesa», que se origina en el siglo XVI aunque su precursor fuera el renga.
Se considera la poesía genuina de Japón y su origen —pienso, pese a las diferentes opiniones— está en los tres primeros versos del tanka que se llamaron haikai y hokku y que (como acabamos de indicar) con el nombre de haiku, (híbrido de los otros dos) popularizó, dentro y fuera de Japón, el poeta Masaoka Shiki a través de la revista Hototogisu (como ya hemos indicado). Ya hemos apuntado anteriormente que para algunos tratadistas data del siglo XVI y que se originó en el interior de los monasterios zen, y para otros en el VIII.
Hay un haiku de despedida de la vida, llamado jisei, muy apreciado, en el que los haijines quieren dejar su testamento poético, su última voluntad. Es muy conocido el del monje budista Kobayasi Issa:

De un barreño,
a otro
¡tonterías!

Algunos acompañan los haikus con dibujos (haigas), no siempre preciosistas. Parece ser que Matsuo Bashô fue el primero en adoptar esta práctica.

Cinco haikus:

21
Cantan los cucos.
En la clase de yoga
hoja plegada.


22
El sol calienta.
Las flores de la rambla.
están marchitas.


23
Una muchacha
asomada al balcón.
Brilla la hiedra.


24
Cielo estrellado
sin nubes y sin viento.
Frío y escarcha.


25
Cima nevada
y aliagas en la senda.
Nadie camina.

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