Nos ocurre, a veces, que vienen a la memoria cosas antiguas que poco a poco se perderán en los huecos del tiempo, que nuestros hijos y nietos se encontrarán más lejos cada vez de recordarlas hasta que se pierdan inexorablemente.
Bueno es, pienso, traerlas a colación alguna vez. Recordar aquellos tiempos inocentes para la niñez en los que íbamos con flores a María en el mes de mayo, y que en los pueblos pequeños formaba parte de una creencia religiosa que hoy nos parece imposible que se vuelva a repetir.
Quisiera disfrutar la luz de mayo,
mecerme en sus jardines, en sus flores,
y especialmente al lirio de los valles
contemplarlo, gozar de su perfume
saludable, de amor casto repleto.
Venid con flores a María hoy,
adorad a la Virgen, nuestra Madre,
principio y renacer de la esperanza,
de la vida, sus lágrimas y gozos.
Y permitidme a mí, en primavera,
que en este quinto mes, serenamente,
brille como esmeralda mi alegría
y mi deseo y fuerza incontestable
de vuestro denso amor, cada mañana.
(de LA VIDA QUE VIVIMOS, Olé Libros, 2023)
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