RECUERDO DE LA AMADA REFLEJADO EN LA ALBERCA
Pudieras
melancólico en esta larga hora
dejar lacio el
cristal, las venas azulencas
un sosegado
estanque, la transparencia, el rostro
de un desteñido
tono, conmovedoramente
mirada sobre el
hielo de las aguas marchitas,
deshojar los
rumores de un pálpito, su pálpito,
el tenue
contrapunto de esta nada tan triste.
Pudieras
cultivar, como si aún fueses niño,
la ausencia de
la madre, nostalgias preteridas
sobre un tapiz
mohoso de tinaja y de miedos,
y ser como esos
muebles que gotean el polvo,
que arañan en
el alma con su erosión de siglos
o mirar en el
péndulo cuántos minutos quedan
para sentir un
eco de persistencias triste.
Porque aunque
fuese ingrata como una luna hermosa
tuvo siempre en
el seno suaves notas, jazmines,
donde todos
recuerdan ese inmenso gemido
de su frente,
tan fría para rozar los olmos,
tan escasa otra
mano para cercar la suya,
y cómo no,
evocándola, sentir el reto henchido
de una piedra
muy triste, todavía más triste.
Pues si perlas
lloraba ahora en perlas se anega,
en la orilla
escotada de una mar sin dulzura
que abrasa el
corazón, ya la copa vacía,
ya sangrante
nenúfar acariciar sus hombros,
sonreír, pues
es tierna la piel en ciertos sitios,
y deshacerte
amando, todo tu pecho de agua,
mientras miras
sus ojos donde un zafiro brilla.
“Círculo de Amor” (1972)
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